El palio, distintivo en la Iglesia Católica, es portado por el papa y los arzobispos metropolitanos. Se conforma por una banda circular de lana blanca que se dispone sobre los hombros, con extensiones hacia adelante y hacia atrás. Presenta varias cruces entrelazadas y culmina con una borla de seda negra en su extremo.
El uso del palio tiene como antecedente el omophorion griego que es un ornamento que desde principios del siglo V usaban los obispos de Oriente como emblema de su dignidad, y en Occidente se reservó al Sumo Pontífice, pero a partir del siglo IX, también lo usan los arzobispos.
La palabra Palio proviene del latín: Pallium, que era un manto greco-romano de forma rectangular que usaban los hombres, y en el caso de las mujeres, recibía el nombre de palla.
El palio, pues, probablemente proceda de la toga paliata romana y esta dio pie a otro ornamento religioso, el omoforio griego, que era una tira de tela larga de lana en forma de “Y” que descansaba sobre los hombros, y que comenzaron a usar en la antiguedad los obispos ortodoxos y los católicos orientales del rito bizantino, de modo que con esta prenda, ya fueron representados por artistas personalidades como San Basilio el Grande, San Juan Crisóstomo y San Gregorio el Teólogo desde el siglo IV.
El palio actual es una banda circular que se lleva sobre los hombros, y de la cual cuelgan al pecho y la espalda dos tiras rectangulares sobre las cuales están bordadas seis o cinco cruces negras o rojas, según se acostumbraba en distintas épocas.
Desde el siglo IX, el palio tomó su forma actual y para el siglo XV, llevaba seis cruces negras. Sobre el palio, además, se colocan tres vistosos alfileres que significan los clavos de la pasión de Cristo.
Para los obispos ortodoxos, el omoforio es lo que el palio para los católicos romanos, solo que estos se reservan para los arzobispos metropolitanos.
Desde hace varios siglos, los palios son confeccionados por religiosas benedictinas de la orden de Santa Cecilia, en su monasterio en Roma, con lana de purísima calidad y las ovejas que serán trasquiladas son bendecidas de manera previa por el Papa en la fiesta litúrgica de Santa Inés, cada 21 de enero. Posteriormente, las religiosas entregan los palios al Santo Padre quien los bendice y manda poner sobre la urna que contiene los restos mortales del Apóstol Pedro en la Basílica vaticana antes de entregarlos a los nuevos arzobispos.
Santa Inés fue una mártir de los primeros siglos de la Iglesia condenada en la persecución de Diocleciano y ella destacó por su pureza y castidad. Es representada junto a un blanco cordero y con una palma en sus manos que simboliza el martirio que padeció.
El Papa Emérito Benedicto XVI, desde el inicio de su pontificado en el 2005 hasta la fiesta de San Pedro y San Pablo en el 2008, usó un palio similar a los que se usaban antes del siglo X, con 5 cruces rojas que evocan las cinco llagas de Cristo, pero por ser más cómodo en las ceremonias litúrgicas, se cambió a uno más pequeño.
El Papa Francisco ha preferido un diseño más tradicional, como el usado por los predecesores del Papa Benedicto XVI, quien utilizó el diseño del palio en su escudo pontificio, como señal de colegialidad con el episcopado universal. Los palios tienen bordadas cinco cruces que representan las llagas de Cristo.
En enero de 2015, el Santo Padre Francisco anunció que ya no impondría el palio a los nuevos arzobispos metropolitanos, sino que lo entregaría para que en ceremonias posteriores y en las propias sedes de los arzobispos, en presencia de los fieles, los nuncios de cada país presidieran las ceremonias como un signo de comunión con el presbiterio y con la comunidad.
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