Cuando alguien habla de una relación humana, siempre debe considerar que “cada cabeza es un mundo”, pero cuando se juntan dos, es todavía más complejo entender la vida humana, por ello es que, ante la prominencia de las redes sociales y las plataformas de comunicación digital ha comenzado a parecer un término que a muchos nos suena, pero a veces no entendemos todas sus implicaciones y consecuencias, esta práctica es el “ghosting”.
El ghosting, para entenderlo mejor, es la práctica de cortar todo vínculo con otra persona sin previo aviso, es decir, desaparecer de la vida de alguien como un fantasma, de ahí el término en inglés de “ghost-ing” o fantasmear en español. El problema, en sí mismo, no es el desaparecer, sino que cada vez es más común en las relaciones humanas y eso es lo que plantea algunas preguntas sobre cómo los avances tecnológicos está reformando las formas de conectar con los demás y hacer válida la frase popular de “más cerca de los lejanos, pero más lejos de los cercanos”.
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Si bien el ghosting no es algo nuevo, el tema es que, en la era digital, la facilidad para aplicarlo es cada vez más fácil y rápido, simplemente un “delete” y se acabó; sin embargo, las relaciones no eran así, ya que hace varios años, cuando alguien terminaba una relación implicaba también un esfuerzo, decirle a esa persona que ya no quería estar con ella, lidiar con los sentimientos y las emociones de los demás y, además, con las propias, pero hoy, un par de clics y la persona desaparece y no se sabe nada más de él o ella.
Pongámonos, por un momento, en la persona que es bloqueada, esta persona, en primer lugar, se siente “abandonada”, no entiende por qué la bloquearon, “¿qué pasó?” se pregunta, además, esto genera confusión, ansiedad y fractura el autoestima, sobre todo porque sentirse desechado sin tener una explicación de por qué se dio esa separación genera demasiada incertidumbre y un sentimiento continuo de que algo hicieron mal y no saben qué o cómo.
En ese sentido, el ghosting está presentándose con un problema en la forma en que percibimos las relaciones hoy, es un camino fácil ya que nos ayuda a evitar la confrontación con la otra persona, evita que enfrentemos las emociones difíciles o incómodas, tanto de lo que el otro nos pueda decir, como de lo que nosotros podamos sentir al terminar (o intentar terminar) una relación, lo que implica que no tenemos en cuenta al dolor del otro. Esta facilidad de desconectarnos de los demás a través de las redes sociales y de los dispositivos digitales ha conducido a que muchas personas vean como algo normal y fácil el ghosting, a pesar de que sea una práctica no ética.
Como hemos dicho, el ghosting fractura la autoestima de quien lo recibe y, el problema no es el momento de terminar la relación, sino que la falta de cierre y de explicación de la razón del final de la relación hacen que la persona fantasmada cuestione su valor como persona y constantemente se pregunte qué hizo para merecer dicho trato, poco digno y valioso. Pero estas dudas se mantienen en el inconsciente y pueden afectar futuras relaciones, nuevas conexiones e, incluso, patrones negativos de pensamiento constante hacia uno mismo.
Estos patrones negativos de pensamiento llevan, por lo tanto, a problemas interpersonales que se ven reflejados en la salud mental, sobre todo porque se fractura el concepto de una comunicación clara y el autorrespeto. Cuando alguien evita conversaciones honestas, sobre cualquier tema, pero en especial sobre el por qué termina la relación, la persona afectada no es capaz de procesar qué hizo mal y, por lo tanto, crecer y aprender de dicha relación, lo que es esencial en cualquier relación humana, así como parte de las normas básicas de interacción humana: respeto y consideración por el otro.
Podemos decir, entonces, que el ghosting, lamentablemente es un fenómeno que cada día se presenta más y más fácil debido a la vida digital en la que vivimos; pero esto también es parte de las carencias sociales y emocionales en las que estamos viviendo, sobre todo por la falta de comunicación efectiva y la empatía. No importa que las relaciones sean efímeras, siempre aportan al crecimiento y madurez de ambos, por ello es crucial recodar que, detrás de cada pantalla, hay una persona real que tiene emociones y sentimientos, y estos deben ser considerados. Por ello, a medida que nos metemos más al mundo digital, debemos priorizar a la persona, fomentando un entorno de respeto y comunicación efectiva como norma y no como excepción.
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