Los judíos, los musulmanes, y nosotros los cristianos, tenemos una creencia común en los Ángeles: espíritus creados por Dios, que lo glorifican sin cesar y lo obedecen en la realización del divino plan de salvación para los hombres. En el caso de la Iglesia Católica, estamos hablando del Ángel de la Guarda.
Los Ángeles de la Guarda no son dioses menores; han sido creados por Dios, y en ese sentido, comparten con nosotros, los humanos, la gloria de tener a Dios como Creador y Padre, y se unen a nosotros en esa hermandad universal de los seres creados.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma, como una verdad de fe, que los ángeles son seres espirituales, no corporales; que pertenecen a Cristo porque fueron creados por y para Él; que, como creaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad, y que son creaturas personales e inmortales, que superan en perfección a todas las creaturas visibles.
La Biblia, en más de 300 ocasiones hace alusión a los ángeles, quienes reciben distintos nombres, por ejemplo “Hijos de Dios”, “Hijos del Altísimo”, “Fuertes”, “Héroes”, “Vigilantes”, “Ejército de Yahvé”, “Campamento de Dios” o “Adoradores” como establece el Apocalipsis.
Desde el siglo VI, gracias a Dionisio, un teólogo, filósofo e historiador católico, se enumeran nueve coros angélicos, que en orden jerárquico son los siguientes: Serafines, Querubines, Tronos, Dominaciones, Virtudes, Potestades, Principados, Arcángeles y Ángeles.
Dicha jerarquía está relacionada con la cercanía que los coros angélicos guardan con Dios, de manera que los Ángeles son los más lejanos a Él; pero no en comunión, sino por estar más cercanos a los seres humanos. Son ellos quienes nos cuidan y nos orientan, y por lo tanto los conocemos como “Ángeles Custodios” o “Ángeles de la Guarda”.
La palabra ángel proviene del griego ángelos, y significa “mensajero”, por lo que se entiende que los Ángeles son enviados del Señor, que ejercen un servicio de ayuda y protección a la humanidad. Es decir, que los Ángeles en el nombre llevan su oficio, son espíritus con una misión terrenal: guiar a los seres humanos hacia Dios.
Los católicos creemos que Dios da a cada ser humano un Ángel Custodio o Ángel de la Guarda, que tiene a su cuidado nuestra salvación. Estos seres no pueden hacer nada contra nuestra libertad y, por lo tanto, no nos pueden obligar a hacer algo que no estemos dispuestos a llevar a cabo.
En este sentido, el padre José de Jesús Aguilar, sacerdote de la Arquidiócesis de México, ha elaborado una amplia explicación sobre los ángeles basada en el Catecismo de la Iglesia Católica.
Entre sus razonamientos, el padre José de Jesús señala que lo primero que debemos entender es que los Ángeles de la Guarda no son duendes, ni hadas, ni genios que nos van a resolver los problemas mágicamente; son seres espirituales creados por Dios por una libre decisión de Su voluntad divina, para acompañarnos a lo largo de nuestra vida e inspirarnos a realizar buenas acciones y a evitar el mal.
Debido a su naturaleza espiritual -refiere-, los Ángeles no pueden ser vistos ni captados por los sentidos humanos. Aunque en ocasiones especiales, con la intervención de Dios -y no por su propia voluntad- han podido ser oídos y vistos materialmente, como ocurre en el libro de Tobías, en que el Ángel adopta cierta apariencia física para ser visto por los ojos humanos.
De acuerdo con el padre José de Jesús Aguilar, la misión de los Ángeles es, en primer lugar, amar, servir y dar gloria a Dios. Y en segundo lugar, ser Sus mensajeros y ayudar a los seres humanos de las siguientes maneras:
De manera que de nada sirve que un Ángel de la Guarda esté luchando con todo su poder por una persona, si ésta no hace nada por buscar el bien y combatir el mal.
Sobre este punto, el padre José de Jesús Aguilar señala que aunque los Ángeles son seres espirituales, sin una apariencia física; los artistas del siglo IV comenzaron a representarlos con formas humanas por ser, al igual que nosotros, creaturas de Dios, y por la cercanía que guardan con los seres humanos.
“Ya en el siglo V se les añadieron las alas para significar que venían del cielo y afirmar la prontitud de querer cumplir con la voluntad de Aquél que los ha mandado”, afirma el sacerdote.
Por otra parte -refiere- en la Biblia se encuentran algunos motivos para que los Ángeles sean representados como seres brillantes, de aspecto humano y alados. Por ejemplo, el profeta Daniel escribe que “como varón, Gabriel vino volando rápidamente hacia él”. (Dn 9, 21).
Finalmente, señala que otras claves para sus representaciones artísticas las ofrece el libro del Apocalipsis, en el que son frecuentes las visiones de Ángeles que claman, tocan trompetas, llevan mensajes o son portadores de copas e incensarios. Hay otros que suben, bajan o vuelan, y unos más están de pie en los cuatro ángulos de la tierra o junto al trono del Cordero, y por eso son representados de esas diversas maneras.
Existe una imagen muy difundida de un Ángel de la Guarda que va cuidando a un niño y a una niña a la vez; pero aquí cabe aclarar que no hay 2×1, cada persona tiene su Ángel personal, y no sólo nos cuida en nuestra infancia, sino que está presente a lo largo de toda nuestra vida. E incluso después, ya que acompaña a nuestra alma en el Purgatorio para asistirla y confortarla; y cuando acaba su purificación, la conduce gozoso al Cielo.
Adonde no la acompaña es al Infierno. Se ha de quedar muy triste al verla rechazar a Dios y elegir pasar la eternidad sin Él, en tiniebla y soledad.
¡Qué gran regalo de la misericordia de Dios que puedas contar con un Ángel dedicado exclusivamente a ti, con quien además puedes comunicarte, siempre con respeto, gratitud y afecto!
El Papa Francisco, gran promotor de la devoción a los Ángeles de la Guarda, nos pide dirigirnos a estos seres y pedirles que “nos ayuden a mantener siempre la mirada fija en Jesús”. Pero también otros Pontífices y otros grandes teólogos han hecho lo mismo, como san Alberto Magno, santo Tomás de Aquino y san Pedro Damián, quienes sostenían que los Ángeles nunca nos abandonan y que tratan de llevarnos al arrepentimiento y a la reconciliación con Dios.
El Papa León X afirmaba la existencia de un Ángel personal. Por su parte, el emperador Fernando II pidió a Paulo V que creara una fiesta dedicada al Ángel de la Guarda y universalizó esta devoción el 27 de septiembre de 1608. Posteriormente, Clemente X, en 1670, creó la fiesta formal dedicada al Santo Ángel de la Guarda, que celebramos cada 2 de octubre.
La importancia de tener un Ángel de la Guarda radica no sólo en que nos acompaña, protege y orienta, sino que también puede ser un gran maestro para nosotros. De él podemos aprender estas 5 cosas que él hace y que nos ayudan a ser dóciles a la voluntad de Dios:
Sobre los Ángeles Custodios, el Catecismo de la Iglesia Católica dice lo siguiente: “Desde su comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión. ‘Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida’ (San Basilio Magno, Adversus Eunomium, 3, 1: PG 29, 656B).
Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios”.
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