Muchas personas aún desconocen qué es el Adviento, qué es lo que celebramos los católicos y cuánto dura este tiempo litúrgico previo a la Navidad. En este artículo te lo explicamos.
Antes de Cristo, el pueblo Hebreo fue un pueblo muy sufrido. Pequeñito e indefenso en medio de grandes naciones, se vio muchas veces esclavizado, deportado, invadido, despojado. Lo único que lo sostenía era su religión y, como una verdad religiosa, su esperanza de un personaje prometido por sus profetas: el Mesías.
Mesías, en hebreo, o Cristo, en griego, es una palabra que significa “ungido” y se refiere a un hombre elegido por Dios, lleno de su Espíritu, y ungido para ser sacerdote, profeta y rey. Él sería el liberador de Israel.
Desde luego, cada miembro de ese pueblo tenía un concepto diferente de cómo sería ese Mesías. Unos deseaban unos que fuera un rey guerrero que hiciera de Israel un pueblo poderoso y dominador. Otros lo esperaban como a un próspero jefe que los enriqueciera y diera prosperidad a su pueblo.
Ese tipo de Mesías quizás hubiera resuelto histórica y momentáneamente el problema de la esclavitud de Israel, pero no resolvería el fondo del problema: el cambio de corazón.
Unos cuantos en Israel, a los que suele llamarse “el resto”, tenían una visión más espiritual del Mesías que habría de venir, e intuían un Reino de paz, amor y justicia. A ellos pertenecían los que, movidos por el Espíritu, reconocieron en Jesús al Mesías Salvador.
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En la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios se hizo hombre en el seno virginal de María y, para que se cumpliera la profecía, nació en el pueblo de Belén. Allí acudieron los pastores, avisados por los ángeles, a adorar a su Mesías y también lo Magos de Oriente, conducidos por un lucero, para adorar al rey salvador del mundo, de todo el mundo.
Cada Navidad nosotros nos unimos a estos hombres en el gozo del Mesías esperado y nacido en Belén.
Nosotros, el nuevo pueblo de Dios, redimido por la sangre del Mesías, ya no esperamos, ciertamente, el nacimiento de Jesús en Belén, aunque cada año lo celebramos con gran júbilo, pero sí estamos, también, en actitud de espera. El Señor volverá, lo prometió, y lo esperamos con anhelo
La segunda venida del Mesías se identifica con el fin del mundo y sobre esto se ha contado tanto, que nuestro pueblo sencillo tiene verdadero pavor, terror, ante este acontecimiento.
Los primeros cristianos creían ya próxima la segunda venida de Jesús ¡y la pedían!; para ellos no era un acontecimiento indeseable y temible, sino el reencuentro con el amigo. Ellos tenían una oración, brevísima pero expresiva, que decía “Maranatha, Jesús”, ¡ven, Señor Jesús!
También nosotros debemos ver más ese aspecto del reencuentro con el Salvador y hacer nuestra la oración de los primeros cristianos.
La Iglesia nos propone antes del 25 de Diciembre, fiesta del nacimiento de Jesús o Navidad, un tiempo de preparación de cuatro domingos que se llaman Adviento, que quiere decir “venida”.
Durante este tiempo de Adviento nos unimos a la Virgen María en su espera del Hijo que ya lleva en su seno. Eso es el Adviento.
Entramos al ambiente de la espera del Mesías anunciado por los profetas en el Antiguo Testamento y entrevemos el tiempo de paz que inauguraría el Príncipe de la Paz.
Pero también expresamos nuestra propia espera, esperanza, de la segunda venida de Jesús.
*Sacerdote de la Arquidiócesis Primada de México.
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