A un enfermo terminal se le debe hablar con la verdad, ayudarle a encontrar sentido a lo que vive, y acompañarlo espiritual y humanamente en este difícil camino. Foto Especial.
Cuando un familiar o una persona cercana reciben el diagnóstico de una enfermedad grave y terminal, es natural que no sepamos qué decirle o cómo actuar, por lo que al querer ayudar y consolar al enfermo muchas veces nuestras palabras bienintencionadas pueden causar más daño que alivio.
El Padre Joel Ortega Arellano, director de la Dimensión de Pastoral de la Salud de la Arquidiócesis Primada de México, nos ofrece una guía clara sobre cómo podemos acompañar con amor, respeto y verdad ese enfermo que tiene un padecimiento terminal y enfrenta el final de su vida.
Acompañar a una persona con una enfermedad terminal es un acto de profundo amor y caridad cristiana, por lo que no se trata de tener las palabras perfectas, sino de ser presencia amorosa, respetuosa y llena de fe a fin de ayudarle a preparar el corazón para el encuentro con Dios, que es el mejor regalo que podemos ofrecer en ese momento final.
En entrevista con Desde la fe, el padre Ortega Arellano aseguró que entre los errores más frecuentes que se cometen al tratar de dar consuelo a los pacientes es recurrir a frases como “no te preocupes, todo va a estar bien” o “Dios te va a sanar”, que aunque surgen del deseo de aliviar, son palabras que pueden crear falsas expectativas y dificultar que el enfermo enfrente su grave situación con realismo.
“Cuando decimos eso, no estamos ayudando a aceptar la enfermedad, sino que muchas veces impedimos que el enfermo encuentre sentido a lo que vive”, advirtió el sacerdote de la Arquidiócesis de México, por lo que para muchos estudiosos de la salud ese tipo de expresiones están fuera de lugar, ya que lo más apropiado es no negarles el dolor que tendrán y es mejor acompañarlos en su trance con sinceridad y empatía.
“Más bien nosotros tenemos que ayudarle a la persona a ir aceptando su enfermedad, afrontar realmente la situación que está viviendo y hay que ayudarle a encontrar un sentido de la enfermedad”, recalcó el sacerdote.
El responsable de la Dimensión de Pastoral de la Salud indicó que por más doloroso que sea, uno debe ser muy sincero, hablar abiertamente y con la verdad con el enfermo para que esté consciente de la realidad que está afrontando y cuál es el desenlace que tendrá en este proceso.
Para ello, el padre Joel nos señala tres recomendaciones sobre lo que debemos decirle a nuestro enfermo:
Al referirse a la forma en la que se puede acompañar y apoyar espiritualmente a un familiar con una enfermedad grave y terminal, el padre Joel Ortega Arellano indicó que si la persona es católica esto puede ser muy importante para ella, pero si no tiene una creencia fuerte no se le debe forzar a que los acepte y más que ayudarle, se le estaría incomodando, lo que no es nada recomendable.
En este sentido, el sacerdote de la Arquidiócesis Primada de México señaló tres pasos que se pueden seguir para acompañar espiritualmente a un enfermo grave:
Finalmente, el sacerdote aseguró que el acompañamiento a un enfermo terminal no consiste en evitar el tema de la muerte, ni en ofrecer frases vacías, sino que se trata de estar presentes con respeto, de ayudarle a enfrentar su realidad con fe, de acompañarlo en sus preguntas, miedos, recuerdos y deseos de reconciliación.
“Hay que hablarle con la verdad, ayudarle a encontrar sentido a lo que vive, y acompañarlo espiritual y humanamente en este camino. Desde esta mirada, podemos ofrecer consuelo verdadero y ser instrumentos de la paz de Dios en uno de los momentos más difíciles de la vida”, concluyó el padre Ortega Arellano.
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