Pentecostés, como la Pascua, es una fiesta que ya celebraban los hebreos en los tiempos de Jesús. Siete semanas más un día, cincuenta días, después de la Pascua, presentaban a Dios dos panes hechos con el trigo nuevo recién cosechado. Fiesta de la cosecha, recordaba el tiempo en que el pueblo de Dios vagaba por el desierto sin tener donde sembrar ni qué cosechar. Dios les dio una tierra para que la sembraran. Imaginemos la alegría el día en que recogieron su primera cosecha en aquella tierra tantas veces prometida y otras tantas esperada. Por fin podían comer un pan sembrado, cosechado, molido, amasado y cocido por ellos mismos. ¡Ya eran libres! La palabra “Pentecostés” significa en griego “cincuenta”, haciendo referencia al número de días transcurridos después de la Pascua.
Esta fiesta adquiere un significado nuevo entre los cristianos. En la fiesta de Pentecostés descendió el Espíritu Santo sobre los apóstoles, Iglesia naciente, cuerpo de Cristo que recibe al Espíritu Santo para que lo anime.
Leer: ¿Por qué el Espíritu Santo es el Motor de la Iglesia?
Los Evangelios narran los hechos hasta el momento de la ascensión de Jesús a los cielos; toca ahora a san Lucas narrar el acontecimiento de Pentecostés en los Hechos de los Apóstoles, ese otro libro histórico del Nuevo testamento al que se le suele llamar “el quinto Evangelio” y, también, “el Evangelio del Espíritu Santo” con justa razón, porque nos presenta el protagonismo del Espíritu en la Iglesia de los apóstoles.
El Cenáculo es el escenario de los momentos más importantes de la naciente Iglesia. Es un cuarto en un segundo piso, propiedad de algún amigo de Jesús, por allí algunos dicen que pertenecía a los padres de san Marcos el evangelista y que así él fue testigo de la Cena del Señor. Fue la primera casa de la comunidad cristiana, lo que hoy llamaríamos una iglesia, donde se celebró la primera misa, donde los apóstoles perseveraron en la oración en torno a María, la dulce madre de Jesús, y donde fueron confirmados y enviados por el Espíritu Santo.
También fue el refugio seguro donde se encerraron por miedo a los judíos. De ese refugio en el que se sentían seguros fueron sacados por Jesús resucitado que los llena de su Espíritu y los envía con la misma misión con la que él fue enviado por su padre.
De ese mismo refugio son sacados por el Espíritu Santo a enfrentarse a ese mundo al que temen, llenos de la santa audacia del Espíritu.
Señor Jesús, renueva en nosotros la efusión del Espíritu Santo; en este Pentecostés, ayúdanos a abrirnos a los 7 dones que Él nos quiere regalar.
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