Dios siempre nos escucha y conoce lo que estamos enfrentando, por lo que en ese momento nos dará el consuelo que requerimos. Foto Especial.
Hay momentos en nuestra vida en que enfrentamos diversos problemas, frustraciones y dolor, que nos llevan a vivir episodios de enojo por no comprender por qué nos pasan tantas cosas negativas y por las que sin más nos ponemos a reclamarle y gritarle a Dios, ¿pero es válido que hagamos esto?
El padre Salvador Barba Maldonado, párroco de la Parroquia de San José, comentó que sí es aceptable que en medio de las dificultades los fieles expresen enojo o frustración hacia Dios, siempre y cuando esta reacción surja desde la fe y no de una ofensa directa.
“¿Puedo gritarle y reclamarle a Dios cuando me va mal? Para dar una respuesta muy seca, diríamos, sí, pero con mucho amor. A veces el grito sale de desesperación, pero puede ir acompañado de la confianza.
“Podemos decir que hay una cierta normalidad en cuanto que sentimos que Dios se alejó de nosotros y es cuando alzamos la voz, cuando gritamos, porque queremos ser escuchados mejor. Pero ya el gritar, sea de la forma que sea, es un acercarnos a Dios, que ya lo tenemos presente, es gritarle con confianza, aunque Él con la voz baja nos oye”, indicó.
El sacerdote, ex encargado de Pastoral Litúrgica de la Arquidiócesis Primada de México, subrayó que si bien es cierto que se vale que los fieles le griten a Dios, también es importante que eviten a toda costa ofenderlo, porque Él siempre nos escucha y conoce lo que estamos enfrentando, por lo que en ese momento nos dará el consuelo que requerimos.
“El problema es cuando gritamos para ofender, es decir, cuando le reclamamos sin fundamentos, cuando reclamamos y gritamos sin entender cuál es Su amor. Es en el gritar donde podríamos obtener el desahogo y ahí mismo el Señor nos va respondiendo. Claro, si estamos dispuestos a escuchar, porque si solo estamos gritando, no nos damos un espacio para oír a Dios”, aseveró.
En este tenor, aseveró el padre Barba Maldonado, el Señor entiende nuestra intención, por lo que lo importante en primer lugar es “que le gritemos y después de gritar, tranquilizarnos, dejar que nos escuche, ir caminando con Él y explicarle”.
“Reclamarle a Dios”, aseguró el también director de la Dimensión de Bienes Culturales de la Arquidiócesis de México, “es bueno si reflexionamos y pensamos, porque si le reclamamos nada más en la ofensa, en un no querer colaborar, en un no querer escuchar, pues simplemente nos alejamos de Él”.
Al cuestionarle si Dios nos puede perdonar por gritarle y reclamarle, el sacerdote destacó que si nuestro arrepentimiento es sincero y tenemos un corazón contrito dispuesto a buscar la reconciliación con Él, la misericordia y el perdón de Dios serán totales.
“Si lo hicimos en un momento de arrebato, de enojo hacia Dios, de rebeldía, incluso de ofender, si nos volvemos a Él de corazón ya después de respirar, después de escuchar, después de que el Señor nos tranquilice y le pedimos con un corazón contrito, pero confiado, que nos perdone, Dios está siempre dispuesto a perdonar”, afirmó el sacerdote de la Parroquia de San José, ubicada en la colonia Revolución de la Alcaldía Venustiano Carranza.
“Dios es amor, Dios es misericordioso”, concluyó el padre Barba Maldonado, “la misericordia de Dios significa que siempre perdona. Y aquel que le grita, que se aleja de Dios por su ofensa, por su reclamo, por su agresión, llamémosle así, y se arrepiente y vuelve, el Señor le recibe y le acoge. Porque es el Dios misericordioso, el Dios compasivo, el Dios que todo perdona, que para Él no hay nada imposible”.
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