En mundo cada vez más lleno de incertidumbres, las personas recurren a la Biblia en busca de respuestas a cuestiones que van desde la moral y la vida cotidiana, hasta debates más complejos sobre ciencia, política y relaciones humanas. En este artículo respondemos a las 30 preguntas más buscadas en internet de lo que dice la Biblia sobre temas que en la actualidad suscitan interés. ¡Comenzamos!
El Génesis afirma que la unión amorosa entre hombre y mujer los constituye en una sola carne (Gn 2,24). Jesús va más allá y declara la indisolubilidad de ese lazo de amor (Mc 10,2-9). El matrimonio es el signo visible del amor infinito de Dios por los hombres, y los esposos -unidos en y por el amor de Dios-, están facultados para hacer presente, en medio del mundo, el amor profundo y apasionado del Señor por cada uno de nosotros.
Dios quiso hacer una alianza eterna de amor y pertenencia con el hombre; Dios quiere caminar con su pueblo (Lv 26,12). Sin embargo, el hombre ha sido infiel a esa alianza, y las consecuencias han sido desastrosas (el exilio en Babilonia es un ejemplo). Dado que somos imagen y semejanza de Dios, estamos llamados a ser fieles en nuestras relaciones humanas, a no engañar y mentir. Dios es amor, fiel y verdadero, y nosotros debemos ser fieles reflejos de Él.
Jesús es tajante al respecto: “¿Cuántas veces debo perdonar? Te digo, Pedro, que hasta setenta veces siete” (Mt 18,21). El que guarda rencor se autodestruye, se amarga y deja de disfrutar la vida. No perdonar es un cáncer que corroe la vida. ¡Perdona al que te ha ofendido y experimentarás la libertad de los hijos de Dios! Si es necesario, pide ayuda para que puedas iniciar ese proceso liberador, de la mano de Jesús.
El Padre no es un sádico, no quiso el sufrimiento de su Hijo ni quiere el de nadie más. Dios quiere que el hombre sea feliz, que se realice plenamente y para ello fue capaz de amar hasta el extremo de morir en una cruz. Sin embargo, debemos aceptar que el amor implica, necesariamente, el dolor. Jesús dijo: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí, tome su cruz cada día y me siga” (Lc 9,23). Amar al enemigo, perdonar siempre, dejar atrás los privilegios para servir a los más necesitados, ser profetas en un mundo contrario al Evangelio, todo eso implica dolor, un dolor que es tomado por Dios para convertirlo en espacio de salvación.
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados” (Mt 5,6). La justicia, en la Biblia, significa, por parte del hombre, cumplir la voluntad de Dios, buscarla con afán y diligentemente en cada instante y situación de la vida. Y la voluntad de Dios no es otra que salvar al hombre. De tal modo que ser justo significa buscar por todos los medios que nuestros hermanos sean libres, felices y plenos. Ser injusto sería exactamente lo contrario; oprimir, odiar, despreciar, excluir, empobrecer, explotar, denigrar a los demás. La injusticia es exactamente lo opuesto a la voluntad de Dios.
La muerte (no biológica, sino espiritual) fue introducida por la soberbia del hombre que decide no acatar la voluntad de Dios (Gn 3). Sin embargo, Dios siempre tiene la última palabra y con su propia muerte (el Verbo encarnado es asesinado por los hombres) y resurrección vence a la muerte y entrega la vida definitiva a todo aquel que quiera hacerse su hijo (Jn 1, 12).
El pecado, en la Biblia, consiste en algo muy sencillo, aunque dramático y terrible: decidir que nuestra vida no esté orientada hacia Dios. Es decir, que nuestros principios y valores no sean los del Evangelio de Jesucristo y, por lo tanto, nuestras acciones y decisiones nos lleven por un rumbo muy distinto al que Dios nos propone. La puerta es estrecha y los que se salvan son pocos (Mt 7,13-14). El pecado no es cosa de transgredir normas, es cuestión de vida o muerte. ¡Elige la vida!
“Todo aquel que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Jn 7-8). La finalidad de la vida humana, su meta más alta, es la comunión con Dios, y el camino para lograrlo es amar, amar sin límites, como Jesús amó. No hay otra forma de estar en comunión con Dios, de experimentar el “cielo” y lograr la plenitud que soñamos. “Ama y haz lo que quieras”, decía Agustín de Hipona. El amor es una virtud, y por tanto, una decisión prolongada de hacerle el bien a quien uno ama, incluso hasta dar la vida como la dio Jesús en la cruz.
La Biblia no pretende hablar del fin del mundo en sentido físico; es decir, no habla del momento en el que el mundo físico sea destruido. La Biblia habla de la finalidad del mundo (todo cuanto existe, la creación de Dios). Esa finalidad es la plena consumación de las potencialidades de lo creado, y esa plena consumación es la participación total en la vida divina, a lo cual llamamos resurrección.
La fe, en la Biblia, es un don de Dios y, al mismo tiempo, es la posibilidad de respuesta del hombre para sumarse al proyecto de Dios. Tener fe es adherirse existencialmente, con todas las fuerzas, dimensiones y capacidades humanas a Jesús y su forma de vivir, de pensar y de amar. Tener fe no es, simplemente, creer en cosas indemostrables, tener fe es confiar plenamente en que Dios está con nosotros y es un Padre que siempre quiere nuestro bien (Mt 5,45).
“Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, y algunos, por dejarse llevar de él, se extraviaron en la fe y se atormentaron con muchos sufrimientos (1 Tm 6,10). Más claro no puede ser: el problema no es el dinero, sino el apego desordenado a él, la avaricia, el convertir el dinero en lo más importante de la vida. El dinero debe ser puesto al servicio del Reino, de los pobres y sufrientes del mundo.
La Biblia no habla en específico de los animales, pero los considera parte de la creación de Dios. Por lo tanto, se puede afirmar, sin lugar a duda, que los animales son amados por Dios. Algunos animales aparecen en la Biblia como símbolo de fuerza y poderío; el León (Amós 3,8) y otras veces como símbolo de humildad; el borrico (Jn 12,14-16).
Dios puso al hombre en el Edén para trabajarlo y cuidarlo, hacerlo fructificar y embellecerlo (Gn 1,28;2, 2,8). El trabajo es inherente a la realización de la identidad humana según la Biblia. El trabajo humaniza y refleja la gloria de Dios cuando se vive como un don divino; sin embargo, el trabajo más importante del creyente es hacer la obra de Dios; es decir, coadyuvar con él en la liberación de todo sufrimiento, injusticia y maldad en el mundo.
En la Biblia, los ángeles son, en primer lugar, seres espirituales que Dios pone al servicio del hombre, son mensajeros del Señor, comunicadores de la buena noticia de que Dios obra en la historia humana. Pero también, un ángel puede ser cualquier realidad creada (un libro, una persona, un acontecimiento, etc.) que Dios utiliza como vehículo para comunicarse con los hombres. ¡Estemos atentos a los agentes que Dios nos envía para comunicarnos su voluntad!
La Biblia no habla de la reencarnación, es una creencia incompatible con la fe cristiana. El cristiano cree en la resurrección. Cuando la Biblia nos presenta a personajes que fueron “llevados a las alturas” (como Elías) y que se espera que “vuelvan”, no pretende hablar de reencarnación, simplemente se creía que esos personajes no murieron, que fueron “escondidos” en Dios y que un día volverían. ¡Conoce tu fe y no te dejes llevar por creencias ajenas al cristianismo!
Jesús se pronuncia claramente sobre la indisolubilidad del matrimonio (Mc 10,2-9), es decir, no acepta el divorcio. En Mt 5, 27-30 Hay una cláusula de excepción (“salvo en caso de fornicación”), pero allí, el término “fornicación” se refiere a una relación ilegítima (no era poco común en el imperio Romano que se casaran hermanos con hermanas de sangre). Por lo tanto, no se trata de una excepción que permita el divorcio, sino una declaración de que ese “matrimonio” no es válido.
“En todo tiempo ama el amigo” dice el libro de los Proverbios (Pr 17,17). La amistad se fundamenta en el amor, en la libre decisión de buscar el bien, en toda circunstancia, de aquel que se privilegia con la amistad. El amor entre amigos requiere confianza, libertad, apertura, sinceridad, escucha y respeto.
“Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes” (Dt 6,6-7). La familia es considerada como una estructura fundamental en la vida del pueblo de Dios; allí se instruye a los hijos en la fe (además, claro, de la sinagoga). Podemos decir que en la familia se da la experiencia de contacto con el Dios de la vida.
Jesús, para tomar decisiones trascendentales busca el silencio y la soledad para dialogar con su Padre y solo después de discernir lo que su Padre desea toma una decisión y actúa: Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo… (Mt 26,38). Digámoslo alto y claro: sin oración no hay auténtica vida cristiana.
“Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1 Tm 2,4). Salvación significa vida plena, libre y gozosa. Pero, para alcanzar esa vida hay que conocer (experimentar, tener una relación interpersonal) con aquel que es la Verdad, el Camino y la Vida, Cristo Jesús. La salvación no es automática, hay que dejarse mover por la gracia de la voluntad de Dios y asumir como nuestros los valores, principios y opciones de Jesús.
“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido” (St 13,1-14). No echemos la culpa a nadie de nuestras tentaciones, más bien, aprendamos el arte de la templanza, oremos continuamente y resistamos con fe la tentación.
“En la paciencia poseeréis vuestras vidas” (Lc 21,19). Paciencia significa perseverancia en el ejercicio del amor, en toda circunstancia y momento. Significa aprender a aceptar los límites y defectos de los otros, amarlos y buscar su bien a pesar de todo. En efecto, el fruto de la paciencia es el dominio de sí, la capacidad de dirigir nuestra vida por el rumbo que marca Jesús.
“¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo que es mío? ¿O es tu ojo malo porque yo soy bueno?” (Mt 20,15). “Ojo malo” significa mirar, desear con codicia lo que es de otro, envidiar sus posesiones, su felicidad, su belleza, su libertad, etc. El envidioso busca a toda costa frustrar la alegría que proporciona a otro la posesión y disposición de un bien. ¡Tengamos un “ojo limpio o bueno”, aprendamos a ser felices con lo que el Señor nos da y luchemos para conseguir lo que anhelamos, sin envidiar a nadie!
La ansiedad proviene de la desesperanza, de la inseguridad o la desconfianza. El remedio para la ansiedad es confiar en que, en toda circunstancia, por muy mala que parezca, Dios, fuente de toda seguridad y de todo bien, está con nosotros (Mt 5,45;28,20). Por otro lado, saber que somos amados por aquel que es la Fuente de la Vida, que somos su especial tesoro (Ex 19,5) debería ser suficiente para calmar toda ansiedad.
Mt 5, 43-45 nos dice “Ustedes han oído que se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo’. Pero yo digo: ‘Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en los cielos’”. Ser hijo del Padre significa vivir como Él y Jesús nos enseña cómo es el Padre, un Dios que perdona los que le ofenden, sin límites ni condiciones. ¿No puedes perdonar a quien te ha ofendido gravemente? Pide a Jesús su poder y busca ayuda de un guía espiritual, pero no guardes rencor a nadie.
“Y Yahvé Dios hizo caer un sueño profundo sobre el hombre…” (Gn 2,21-2). El sueño simboliza una actitud espiritual del ser humano ante la acción creadora y amorosa de Dios. Esa actitud es la de acoger la manifestación de Dios con humildad, de dejarse maravillar por la novedad y belleza de los dones de Dios. Por eso, sólo “en sueños” el hombre puede recibir el don inefable que es la mujer y el ángel se presenta ante José para revelarle el origen divino de Jesús en el vientre de María.
Proverbios 22,6: “«”Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.”»” Es necesario criar a los hijos con base en la Sagrada Escritura. Haciéndolo, podrás enseñarles a discernir entre lo que está bien y lo que no es correcto. Los hijos necesitan tener estructura y límites. Conocer al Dios de Jesús les hará vivir mejor, ser más felices y lograr una vida provechosa y serán siempre gente de bien.
Dios planta en el jardín del Edén un árbol cuyo fruto es el conocimiento del bien y del mal (sabiduría) (Gn 2,17) y el fruto de la sabiduría es la vida plena. El problema que se le presenta al hombre es que la sabiduría proviene de Dios y hay que aprender el fatigoso arte de la paciencia y la escucha de la Palabra para poder recibir la sabiduría divina. La “sabiduría” humana es insuficiente y, muchas veces, lleva a la soberbia y al desprecio de los demás.
La palabra “humildad” viene de “humus” que significa “tierra”. La humildad puede definirse como el reconocimiento y aceptación consciente y libre de las propias limitaciones y fortalezas. La humildad es una actitud espiritual que abre las puertas para que Dios pueda actuar en el ser humano; “Dios no desprecia un corazón contrito y humillado (que se hace humilde)” (Sal 51,19).
La “unión libre” no se menciona explícitamente en la Biblia, pero, con base en ella, podemos concluir que Dios instituyó el matrimonio para crear relaciones fuertes y duraderas que sean sacramento de su presencia salvadora y amorosa en el mundo y la unión libre es, muchas veces, el caso contrario, suele convertirse en una relación que no ata a nadie y que cuando se quiera puede terminar. La unión libre puede esconder, en el fondo, una actitud de reserva ante el compromiso definitivo de entregarse indefectiblemente a la pareja.
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