No resultaría extraño que el discípulo amado (del cual nunca se dice el nombre) fuera un personaje representativo. Foto: Especial
Es muy común que surjan estas dudas acerca de la misteriosa y emblemática figura del “discípulo amado” en el Evangelio de Juan. Trataremos de dar una respuesta clara a esta inquietud.
Este personaje aparece en varios momentos importantes de la historia que se narra en el Evangelio de Juan:
La tradición más antigua ha identificado a este personaje con el apóstol Juan, hijo de Zebedeo, hermano de Santiago y según esta misma tradición, él sería el autor del evangelio de Juan. Sin embargo, la crítica literaria moderna encuentra motivos para dudar de que el apóstol sea el autor de la obra y también hay razones para pensar que el “discípulo amado” sea un personaje literario simbólico, no un personaje real.
Por otro lado, si tomamos en cuenta que en aquellos tiempos el promedio de vida era menor a 40 años, es altamente improbable que el apóstol Juan pudiera haber vivido hasta entrados los años 90s del siglo I, fecha en la que se redactó finalmente el cuarto Evangelio. Asimismo, es bien sabido por los estudiosos más connotados del Nuevo Testamento, se ha demostrado que el autor del Evangelio utiliza abundantemente figuras simbólicas representativas de comunidades (María Magdalena, la madre de Jesús, la mujer samaritana, etcétera). Por lo cual, no resultaría extraño que el discípulo amado (del cual nunca se dice el nombre) fuera un personaje representativo.
De este modo, y yendo más allá de una lectura literal del texto, el “discípulo amado” sería el símbolo del discípulo ideal; aquel que vive en comunión perfecta con Jesús (se recuesta en su pecho y cena con él); el que acoge por mandato de Jesús a la comunidad madre de Jerusalén, al resto fiel de Israel; del amor que siempre antecede a la institución, pero que reconoce su autoridad (corre más de prisa que Pedro, pero le espera para entrar a la tumba) y, por eso mismo, es capaz de reconocer primero a Jesús resucitado. Es por todo esto que puede ser un testigo cualificado o autorizado para dar testimonio de la veracidad de lo que se afirma en el escrito.
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