La oración es, de acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica, la forma que tenemos los fieles para vivir una relación personal con Dios vivo y verdadero.
Santa Teresita del Niño Jesús, santa carmelita que se distinguió por su profunda espiritualidad, la definía como “un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría”.
Pero, ¿por qué es importante la oración?
El Papa Francisco se ha referido a este tema en varias ocasiones durante su pontificado.
Durante una Audiencia General en enero de 2019, el Santo Padre recordó que hablar con Dios es tan importante que el mismo Jesús se dirigía a Dios Padre, por ejemplo, en su Bautismo en el Jordán y en la Transfiguración.
“Incluso la muerte del Mesías –agrega el Santo Padre- está inmersa en una atmósfera de oración, de modo que las horas de la Pasión aparecen marcadas por una calma sorprendente: Jesús consuela a las mujeres, ora por quienes lo crucifican, promete el paraíso al buen ladrón y respira diciendo: ‘Padre, en tus manos pongo mi espíritu’”.
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El Santo Padre recordó que el Evangelio de Lucas nos narra cómo los discípulos pidieron al Mesías que les enseñara a orar.
“De esta petición, ‘Señor, enséñanos a orar’, nace una enseñanza bastante extensa, a través de la cual Jesús explica a las suyos con qué palabras y con qué sentimientos deben dirigirse a Dios”.
“La primera parte de esta enseñanza es precisamente el Padre Nuestro. Oren así: Padre, que estás en el cielo. Padre: esa hermosa palabra para decir. Podemos quedarnos todo el tiempo de la oración solo con esa palabra: Padre. Y sentir que tenemos un padre: no un padre autoritario o un padrastro. No: un padre”, finalizó.
La oración es importante, agregó el Santo Padre, porque tenemos la certeza de que Dios nos escucha y cambiará nuestra realidad.
“La oración siempre transforma la realidad, siempre. Si las cosas no cambian a nuestro alrededor, al menos nosotros cambiamos, cambiamos nuestro corazón. Jesús prometió el don del Espíritu Santo a cada hombre y a cada mujer que reza”.
“Podemos estar seguros de que Dios responderá. La única incertidumbre se debe a los tiempos, pero no dudemos de que Él responderá. Tal vez tengamos que insistir toda la vida, pero Él responderá (…) Un día se cumplirá el deseo de felicidad que todos llevamos en nuestros corazones”.
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