¿Quién realmente escribió la Biblia? La respuesta es simple y complicada: autores humanos que han sido inspirados por Dios.
La palabra Biblia en griego significa “los libros”; porque es una colección de 73 libros escritos a lo largo de varios siglos. Está dividida en Antiguo Testamento (anuncia la venida del Salvador) y Nuevo Testamento (muestra que Jesús es el Salvador esperado).
La Biblia es un instrumento a través del cual Dios revela su mensaje de salvación y se revela a Sí mismo como un Padre generoso y amoroso, consideró monseñor Salvador Martínez, rector de la Basílica de Guadalupe y licenciado en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma.
Explica que la Biblia no es un documento sólo divino, sino humano-divino, pues las hojas y la tinta no cayeron del cielo, “pero sí la inspiración, y todo su desarrollo, que se llevó a cabo en más de 1,000 años; contó con el ejercicio consciente del pueblo de Israel, en el caso del Antiguo Testamento, y de la comunidad cristiana en cuanto al Nuevo Testamento; ambos como depositarios de su revelación para todas las generaciones”.
En virtud de la orientación que Dios hace a los seres humanos a través del Antiguo y del Nuevo Testamento, hay abundantes voces que dicen que la Biblia es una “carta de amor” para la humanidad y aunque es una expresión certera, su objetivo va más allá de eso. Ni la metáfora más bella alcanzaría para describir la complejidad de las relaciones que Dios ha tenido para con su pueblo y para con la humanidad, consideró el biblista.
Leer: ¿En qué orden leer la Biblia? Sigue este plan de lectura
En la Biblia se encuentra toda la disposición de Dios de buscar el bien para todos los seres humanos, como lo busca un padre para sus hijos, “pero es mucho más, pues es principalmente Palabra inspirada por Dios, cuyo fin es la salvación; es Palabra que nos pone en un contacto seguro con él, pero no sólo a manera de caricia, sino con fines salvíficos”.
Dios nos revela su mensaje de salvación, y siendo ése el objetivo, podemos ver que es un Dios generoso y amoroso, un Dios que ha dejado para nosotros en la Biblia un documento en el que nos expresa su amor; “sin embargo, no podemos reducirla a una pequeña expresión, pues, por más bella que ésta sea, siempre encontrará limitaciones si consideramos la gran amplitud de sus contenidos”.
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