Cristo volverá glorioso para juzgar a vivos y muertos. La Iglesia espera con fe su venida definitiva. Foto: Especial
La Parusía, también conocida como la segunda venida de Cristo, es una verdad central de la fe cristiana, proclamada en el Credo y sostenida desde los primeros tiempos de la Iglesia. De hecho, la Sagrada Escritura da testimonio de este acontecimiento definitivo que marcará el cumplimiento del plan de salvación: el retorno glorioso de Jesucristo para juzgar a vivos y muertos, y establecer de manera plena Su Reino.
El término Parusía proviene del griego parousia, que significa literalmente “presencia” o “venida”. En el contexto cristiano se refiere específicamente al retorno glorioso de Jesús al final de los tiempos, distinto de su primera venida en la humildad, distinta de su primera venida en la humildad de la carne. Expresa también el fin de la humanidad, el fin de los tiempos.
De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 671-677), la Parusía no debe entenderse como una repetición de la encarnación, sino como la manifestación final de Cristo resucitado, quien vendrá “para juzgar a vivos y muertos” y llevar a plenitud la historia de la salvación.
A lo largo del Nuevo Testamento, se da testimonio repetido de esta promesa, particularmente en los Evangelios, en las cartas apostólicas y en el libro del Apocalipsis.
Los Evangelios sinópticos (los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas se llaman así porque sus relatos de la vida de Jesús son muy similares y se pueden “ver” juntos), contienen palabras de Jesús en las que se refiere a su retorno final
“Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria” (Mateo 24,30), y advierte “Velen pues, porque no sabéis qué día vendrá el Señor” (Mateo 25,13).
Al narrar la Ascensión del Señor, los Hechos de los Apóstoles recogen la declaración de los ángeles a los discípulos, “Y les dijeron: Galileos, ¿por qué están ahí plantados mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido llevado de entre ustedes al cielo, vendrá de la misma manera que lo vieron ir al cielo”. (Hechos 1,11)
“Porque cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al sonido de la trompeta divina, el Señor mismo bajará del cielo, y primero resucitarán los que murieron en Cristo.”
El apóstol Pablo, en sus cartas, enseña a los cristianos a esperar con esperanza y vigilancia la venida del Señor, “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero”. (1 Tesalonicenses 4, 16). Y en la cita: “Porque ustedes saben perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche”. (1 Tesalonicenses 5, 2)
También el apóstol Pedro recuerda que el regreso del Señor debe mover a una vida santa y sobria, “Llegará el día del Señor como hace un ladrón, y entonces los cielos se desarmarán entre un ruido ensordecedor, los elementos se derretirán por el calor y la tierra con todo lo que hay en ella se consumirá”. (2 Pedro 3,10)
El último libro del Nuevo Testamento presenta a Cristo como el juez victorioso y consuma la revelación con una súplica, “Miren, viene entre nubes; lo verán todos, incluso los que lo traspasaron, y llorarán por su muerte todas las naciones de la tierra. Sí, así será” (Apocalipsis 1,7). Y en “El Espíritu y la Esposa dicen: ‘Ven’. Que el que escucha, diga también: ‘Ven’. El que tenga sed, que se acerque; ; y el que lo desee, reciba gratuitamente el agua de la vida”; “El que da fe de estas palabras dice: ‘Sí, vengo pronto'”.(Apocalipsis 22,17.20).
La esperanza en la segunda venida de Cristo no es motivo de temor, sino de preparación activa. La Escritura y la Tradición invitan a vivir con vigilancia, caridad y confianza, por lo tanto, todos los católicos estamos llamados a vivir en estado de gracia, en constante conversión; ejercitar la caridad, sirviendo al prójimo con fidelidad y esperar con esperanza el regreso del Señor, sin caer en la indiferencia ni el miedo. Y aunque la Parusía se refiere al fin del mundo, también puede entenderse en sentido personal: cada uno tiene su “parusía” al morir, cuando se encuentra cara a cara con el Señor.
Y de acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica (673), “desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente… Este acontecimiento escatológico puede cumplirse en cualquier momento, aunque tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder están ‘retenidos’ en las manos de Dios”.
Por tanto, la Parusía será la manifestación plena de la victoria de Cristo sobre el pecado, la muerte y el mal, y como se destaca en Apocalipsis 21,1, “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más”.
De acuerdo con la doctrina católica, en la Parusía ocurrirá:
El Catecismo (n. 1040-1041) señala que este juicio final manifestará ante todos “la verdad de las obras de cada uno y el grado de repercusión que han tenido en la comunidad”.
Jesucristo mismo enseñó que el día y la hora son desconocidos: “Nadie sabe el día ni la hora, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre”. (Mc 13,32).
Por ello, la Iglesia llama a vivir en vigilancia activa y esperanza confiada, evitando tanto la indiferencia como la especulación.
No obstante, lejos de ser motivo de temor, la Parusía es para los cristianos un motivo de esperanza, Como enseña el Concilio Vaticano II en la Constitución Gaudium et Spes (n. 39), “ignorar que el mundo está llamado a una transformación futura oscurece la misión cristiana”. Por eso, los creyentes están llamados a colaborar activamente en la construcción del Reino, a la espera del retorno glorioso del Señor.
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