“Me encanta leer ciencia ficción, pero no la complicada -basada en la exposición de complejos temas científicos que sólo pueden entender personas especializadas en la materia-, sino al contrario, la ciencia ficción sencilla, aquella que da por hecho, sin mayores complicaciones, la existencia de extraterrestres”, esto comentó en una entrevista realizada en 2008 el entonces director del Observatorio Astronómico del Vaticano, el jesuita argentino José Gabriel Funes, en el sentido de que la creencia en Dios no chocaría con la existencia de extraterrestres.
“Como astrónomo continúo creyendo que Dios es el creador del universo. Si hay miles de planetas y sólo hay seres inteligentes en uno, en cierta manera es como poner límites a la libertad creadora de Dios. ¿Por qué no podemos hablar de un hermano extraterrestres?” dijo padre José Gabriel Funes.
Aunque hasta el momento no haya ninguna prueba de dicha existencia, me ha puesto a pensar cuál sería la postura de la Iglesia en el supuesto de que estos hermanos inteligentes fueran una realidad en otros planetas.
Lo primero que debemos decir es que hasta el momento se trata de un gran juego de suposiciones y habría que esperar al primer “encuentro cercano” para que la Iglesia Católica se definiera oficialmente; mientras tanto, podríamos aplicar su doctrina sin ninguna complicación:
Si aceptaran a Cristo como Dios y Hombre verdadero -cosa que seguramente harían por su inteligencia no viciada-, lo alabarían en su divinidad y lo gozarían en su amistad natural con Dios.
La cosa se pone más interesante si seguimos jugando con los supuestos. Imaginemos por un momento que fueran humanoides compatibles con nuestra especie, que no han cometido pecado, pero que tienen hijos con una persona marcada por la mancha original. ¿Necesitarían sus hijos el Bautismo? Allí posiblemente la Iglesia aconsejaría bautizarlos bajo condición. Recordemos que todos estos son supuestos.
En síntesis: si hubiera extraterrestres inteligentes y, por lo tanto, dotados de un alma espiritual e inmortal, seríamos tan hermanos de ellos como debemos serlo con nuestros hermanos humanos de diferentes razas.
Mientras tanto, deberíamos preocuparnos de qué es lo que les sucedería a los pobres extraterrestres si fueran amigos naturales de Dios, al entrar en contacto con los humanos tan dados a la violencia, a la avaricia y a la corrupción. ¡Pobrecitos extraterrestres! Bueno, al fin y al cabo no somos tan malos.
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