Aún cuando los fieles tengamos el firme propósito de apegarnos a la tradición de la Iglesia de abstenernos de comer carne todos los viernes de Cuaresma, a veces por descuido llegamos a hacerlo; incluso se da el caso de que a medio bocado nos percatamos de ello, y ya no nos sabe igual el desayuno o la comida. ¿Qué podemos hacer si ya incumplimos con esta abstinencia?
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El padre José de Jesús Aguilar, sacerdote de la Arquidiócesis de México, explica que esta costumbre de los fieles católicos de abstenerse de comer carne, tanto en Miércoles de Ceniza como todos los viernes de Cuaresma y el Viernes Santo, se originó en los comienzos de la Iglesia.
Explica que en aquellos entonces, la Iglesia invitaba a la comunidad a unirse a los pobres de dos maneras: la primera, alimentándose de forma sencilla, “con pescado y verduras”, y la segunda, utilizando el ahorro que se obtuviera con esa forma de alimentarse, para repartirlo entre la gente pobre.
Refiere que entonces lo que se sugería era comer pescado, ya que antiguamente la gente no tenía dinero para comer carne, y a veces ni para sembrar, “y como todas las ciudades estaban cerca de los ríos, lagunas o el mar, los pobres iban a pescar su alimento, así que el pescado era el alimento de la gente pobre… Pero no es obligatorio comer pescado, también se pueden comer verduras, cereales y frutas”.
En este sentido, el padre Sergio Román del Real (Q.E.P.D.) solía explicar que la abstinencia -la cual implica no comer carne roja ni de aves en los días indicados por la iglesia-, tiene ante todo un sentido espiritual.
En uno de sus tantos y tan acertados artículos para Desde la fe, escribió que si queremos ser coherentes con nuestra fe, los católicos debemos cumplir lo que nos manda nuestra Santa Madre Iglesia, de manera que “en el ayuno y la abstinencia cuaresmales, los católicos tenemos una oportunidad de ser coherentes y dar testimonio de fe”.
En dicho texto, explicó que la abstinencia de la carne es una práctica vigente, misma que hoy realizamos como una forma de fortalecernos para no permitir que los deseos del cuerpo nos dominen, y como una disposición previa, en el camino cuaresmal, para que el espíritu humano se encuentre con Dios.
Sobre este punto, el padre Leonardo Tinoco, Canónigo Penitenciario del Cabildo de Guadalupe, señala que si bien la abstinencia es una manera de ejercer el autodominio, la Iglesia en México permite intercambiarla por la privación de algún placer o de algún platillo que por su confección sea de nuestro agrado; o bien, por la realización de obras de caridad.
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