A 10 días de haber iniciado su pontificado en 2013, el Papa Francisco canceló su participación en la ceremonia del lavatorio de pies del Jueves Santo en la Basílica de San Juan de Letrán, para trasladarse a un reclusorio italiano donde llevó al cabo el ritual.
El Papa lavó los pies a 12 presos de distintas nacionalidades en un centro de detención juvenil en Roma, el centro Casal del Marmo, y en 2014, la misma ceremonia la hizo con discapacitados del Centro Santa María de la Providencia.
En la Semana Santa de 2015, El Papa Francisco volvió a lavar los pies a 12 reclusos, hombres y mujeres, en la cárcel de Rebibbia, a las afueras de Roma. Fueron dos mujeres nigerianas, una congoleña, dos italianas, una ecuatoriana y al hijo de una de ellas. También a un hombre de nacionalidad brasileña, a otro nigeriano y a cuatro italianos. La celebración tuvo lugar en el templo de la prisión, la Iglesia del Padre Nuestro a la que asistieron 300 personas detenidas.
Francisco no es el primer Pontífice que visita reclusorios. Juan XXIII visitó a los presos de la cárcel Regina Coeli en Roma en 1958, como también lo hizo Paulo VI, incluso, en su viaje a India. Es frecuente que cardenales y obispos de todo el mundo visiten y celebren misas e impartan sacramentos en reclusorios.
La Pastoral Penitenciaria de la Iglesia es el modelo que más se apega al ideal de caridad expresada en el evangelio del Buen Samaritano. En ninguna otra parte se refleja mejor que en las cárceles. En este sentido, la Iglesia coopera con el Sistema Penitenciario para que las cárceles sean auténticos centros de readaptación social.
Durante los tres primeros siglos del cristianismo, miles de personas fueron encarceladas en diez oleadas persecutorias dejando una ensangrentada vía de mártires y confesores de los cuales se sabe, en algunos casos, por las actas que se levantaban en los juicios. Era tal la persecución que en la Primera Carta a los Corintios (4; 9), san Pablo decía: “Hemos venido a ser un espectáculo para el mundo, para los ángeles y para Dios”.
Ya lo había anunciado Jesús: “Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados seréis siempre que es injurien y persigan y digan contra vosotros todo mal mentirosamente por causa mía. Alegraos y regocijaos, pues vuestro galardón es grande en los cielos. Así, en efecto, persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros (Mt. 5, 10-12)”.
Santa Teresita del Niño Jesús (1873-1897) patrona de las misiones de la Iglesia, en 1887, supo de un asesino: Henri Pranzini, que había dado muerte a tres mujeres en París, y ella rezó e hizo penitencia suplicando a Dios que se arrepintiera antes de ser ejecutado. Henri Pranzini fue condenado a morir guillotinado pero antes ser ejecutado, le dieron a besar un crucifijo y él aceptó en señal de arrepentimiento. Santa Teresa lloró de alegría al saber que el preso se arrepintió y que su oración fue escuchada; por eso, ella lo llamó su primer hijo espiritual.
El padre san Maximiliano Kolbe (1894-1941), durante la II Guerra Mundial, estuvo en Auschwitz, donde se ofreció a los verdugos para salvar a otro cautivo, y es que el 3 de agosto de 1941, un prisionero escapó y en represalia, el comandante ordenó la ejecución de diez prisioneros. Entre los escogidos estaba el sargento Franciszek Gajowniczek, casado y con hijos. San Maximiliano, que no se encontraba entre los diez prisioneros escogidos, se ofreció a morir en su lugar.
El beato Miguel Agustín Pro Juárez (1891-1927), en el contexto de la persecución religiosa en México, fue encarcelado y sin un juicio de desahogo de pruebas, fue fusilado por orden de Plutarco Elías Calles. Como él, varios mártires mexicanos, sacerdotes y laicos, han estado en prisiones, y la lista la inicia San Felipe de Jesús (1572-1597), quien fue crucificado en una colina de Nagasaki, Japón.
Estuvo preso el Cardenal François-Xavier Nguyen Van Thuan, arzobispo en Vietnam, apresado por el régimen comunista durante 13 años; El obispo chino Cosme Shi Enxiang pasó la mayor parte de los últimos 60 años en diferentes campos de trabajo después de negarse a renunciar a su lealtad a la Iglesia católica.
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