¿Aún tienes dudas sobre la existencia del Purgatorio?, existe un museo con objetos que dan cuenta de él, entre ellos, la funda de una almohada que habría sido tocada por un alma en estado de purificación. Esta es la historia.
Pocas horas después de morir, la hermana María de San Luis Gonzaga se apareció en la habitación de su compañera de comunidad, Sor Margarita del Sagrado Corazón.
El hecho, registrado en los archivos del monasterio de Santa Clara del Niño Jesús en Bastia, Italia, narra que la fallecida aseguró a su hermana de hábito que estaba en el Purgatorio para expiar su impaciencia al aceptar la voluntad de Dios.
Testimonios de este tipo hay muchos, pero este es especial, pues quedó un registro físico de este encuentro: en la almohada de Sor Margarita quedó plasmada la huella de un dedo de su hermana fallecida.
Esta almohada es una de las piezas que integran el Museo de las Almas del Purgatorio que alberga la iglesia del Sagrado Corazón del Sufragio, en Roma.
Se trata de un pequeño salón que alberga 15 piezas y testimonios reunidos por su fundador, el padre Víctor Jouët, en 1897.
De acuerdo con un artículo del sitio de internet de Cope, el museo también resguarda un libro perteneciente a una mujer de nombre María Zaganti, en el que se aprecian las huellas dactilares de su amiga Palmira Rastelli, quien se apareció ante ella para pedirle que se ofreciera una serie de Misas por su alma, y que fueran celebradas por su hermano, el padre Santo Rastelli.
El padre Jouët decidió fundar este pequeño museo a raíz de un incendio que sufrió la iglesia a finales del siglo XIX. Aquel día, el sacerdote y otros fieles pudieron ver en un trozo de madera de la iglesia el rostro de un hombre sufriendo, llegando a la conclusión de que se trataba de un ánima del Purgatorio.
Lo más asombroso ocurrió al notar cómo el rostro tomaba una actitud más serena luego de las Misas de sufragio que se celebraron en la Parroquia.
De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica, la Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados.
La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura habla de un fuego purificador.
“Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su salvación eterna, sufren una purificación después de su muerte, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en el gozo de Dios”.
“En virtud de la “comunión de los santos”, la Iglesia encomienda los difuntos a la misericordia de Dios y ofrece sufragios en su favor, en particular el santo sacrificio eucarístico”, dice el Catecismo en sus puntos 1054 y 1055.
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