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Las apariciones Marianas, ¿creer o no creer?

No es extraño que en ocasiones los medios de comunicación nos sorprendan con la noticia de que la Virgen María se apareció en alguna parte del mundo para revelar algún mensaje. Más frecuente es aún el hecho de que las personas crean ver a la Santísima Virgen en un árbol, en una pared, en una grieta y hasta en el Metro.

Auge de las revelaciones

Aunque el tema de las apariciones es muy antiguo, durante la Edad Media se registró un aumento de supuestos videntes, leyendas y relatos milagrosos relacionados con apariciones y profecías de la Virgen; sin embargo, muchos de estos relatos resultaron estar tan llenos de fantasía y carentes de valor, que el franciscano David de Augusta se quejaba diciendo: “Parece que la revelación de cosas secretas y futuras es cada vez más común y seduce a numerosas personas que creen que viene del Espíritu Santo lo que en realidad es invento de su propia sugestión o de una inclinación errónea”.

¿Creer o no creer?

Con base en sus revelaciones, algunas santas tuvieron gran influencia sobre la gente; entre ellas podemos mencionar a Juana de Arco, santa Gertrudis, santa Ángela de Foligno, santa Catalina de Siena y santa Brígida; las revelaciones de esta última tuvieron tanta influencia sobre el pueblo, que desafortunadamente al final de la Edad Media las llegaron a comparar con las Sagradas Escrituras. El problema radicaba en que cada vidente (verdadera o falsa) se autorizaba a sí misma en sus visiones o apariciones, ocasionando grandes problemas.

Ante esta situación, algunos especialistas en la palabra de Dios se vieron obligados a dar su punto de vista; uno de los que estuvieron en contra de estas revelaciones fue el gran místico san Juan de la Cruz, quien escribió: “Si la fe ya está fundada en Cristo y en el Evangelio, no hay para qué preguntar más. En Cristo, Dios ya dijo todo lo que tenía que decir. Y buscar nuevas revelaciones o visiones sería una ofensa a Dios, pues sería como sacar los ojos de Cristo, buscando alguna otra novedad”. También santa Teresa de Ávila les dijo a las monjas que decían tener revelaciones: “Come más garbanzos y dejarás de ver a la Virgen”.

Un poco de orden

Para frenar los excesos y exageraciones, la Iglesia convocó en el año 1512 al V Concilio de Letrán. Como resultado de este encuentro se decretó que era facultad del Papa decidir si una aparición de la Virgen se consideraba auténtica o no, y, en su caso, autorizar su culto. También quedó establecido que sólo en casos de urgencia podía permitirlo el Obispo de cada lugar; sin embargo, tres preguntas seguían en el aire: ¿todos los creyentes están obligados a creer en las revelaciones personales?, ¿qué valor tienen las revelaciones en caso de ser aceptadas por la Iglesia?, ¿es obligatorio que los fieles crean en todas las revelaciones?

Dos tipos de revelaciones

Fue el papa Benedicto XIV quien distinguió dos tipos de revelaciones: la pública y la privada. Se llama revelación pública a la que Dios hizo al pueblo de Israel durante su historia. Inició con Abraham (cerca del año 1800 a.C.) y terminó con la muerte de Jesucristo y de sus apóstoles (alrededor del año100). Esta revelación ya ha concluido, se encuentra en la Biblia y se considera obligatoria e imprescindible para la vida y salvación de cualquier creyente.

Pero también es posible que Dios Padre, Jesucristo, la Virgen María o un santo se quieran manifestar a algún creyente para hacerle participar de una revelación. A esto se le llama revelación privada. En este sentido, el papa Benedicto XIV aclaró que aunque las revelaciones privadas hayan sido aprobadas por la Iglesia, los fieles no las deben considerar obligatorias. En otras palabras, el Papa enseña que nadie está obligado a creer en ninguna revelación de la Virgen por más seria y venerable que parezca. Y aunque tenga la aprobación y el reconocimiento de la Iglesia, no por eso se convierte en revelación pública, es decir, obligatoria para la fe de los cristianos.

Las grandes apariciones Marianas

En el siglo XIX se tuvieron las grandes apariciones marianas. En 1803 una novicia de 23 años, llamada Catalina Labouré, tuvo tres manifestaciones en París, que dieron origen a la devoción a la Medalla Milagrosa. En 1846, en La Salette, Francia, dos niños pastores vieron a la Virgen, que los invitaba a la conversión. En 1858, en Lourdes, Francia, una adolescente analfabeta de 14 años tuvo 18 apariciones. En 1917, en Fátima, Portugal la Virgen se les manifestó en seis ocasiones a tres pastorcitos de 8, 9 y 10 años.

Después de estas apariciones la devoción a la Virgen provocó que los fieles visitaran sus santuarios, pero también se propagó el afán de videncia y de contacto con lo sobrenatural. Todos querían tener una visión o aparición. Y así, entre 1928 y 1975 se anunciaron 255 apariciones en diversas partes del mundo. Las de mayor número fueron en Italia (83), en Francia (30), en Alemania (20) y en Bélgica (17). A partir de 1975 las apariciones aumentaron a tal grado, que muchas personas aseguran haber recibido hoy en día una aparición o un mensaje de la Virgen.

Apariciones o visiones

Es necesario distinguir entre lo que es una aparición y una visión. Una “aparición” es un hecho objetivo que se produce fuera de nosotros. Si se reúne un grupo de personas en una habitación, y de pronto entra alguien por la puerta y todos lo ven, entonces se trata de una aparición. Pero si en ese grupo de personas alguien comienza a decir: “¡Veo a Fulano!” o “¡Veo a la Virgen!”, pero nadie más lo ve, se trata de una “visión”.

Tomando en cuenta lo anterior tenemos que decir que los fenómenos marianos que se han registrado en la historia han sido “visiones”, no apariciones, aún en el hecho de Fátima del 13 de octubre de 1917, en el que todos los presentes vieron que el sol giraba como una bola de fuego. En ese momento todos tuvieron una “visión colectiva”, porque el sol no podía haber girado de esa manera sin que nuestro sistema solar se hubiera afectado.

Visiones de parte de Dios o delirios

Es importante señalar que las visiones no tienen que ser forzosamente delirios, ilusiones o desvaríos. Pueden venir de Dios porque Él puede influir sobre nuestra retina o la sugestión o la imaginación, y permitirnos tener una experiencia divina. Pero esto no deja de ser una visión. Por eso el papa Benedicto XIV pedía que se hablara de “visiones” y no de “apariciones”.

¿Para quién son los mensajes?

Cuando las revelaciones marianas son auténticas tienen como finalidad santificar al vidente; sólo él queda comprometido a vivir lo que se pide en el mensaje. Pensemos en esto: si la Virgen quiere dar a conocer un mensaje a las demás personas, ¿por qué no se les presenta directamente? Si su intención es allanar los caminos hacia Dios ¿por qué valerse de intermediarios, a veces dudosos, y hacer más difíciles las cosas, con el riesgo de que no les crean? Sería absurdo que la Virgen diera un mensaje para que lo acatara todo el mundo, y que hiciera depender la salvación de la humanidad del cumplimiento o incumplimiento del mismo. Cuando alguna revelación conlleva la orden de ser difundida y obedecida en todas partes, lo más probable es que no sea auténtica.

Devoción y revelación

Cuando el Papa o un Obispo aprueban una determinada manifestación de la Virgen María, lo que aprueban es el culto, la devoción, la oración bajo esa determinada forma. Pero esto no significa que se apruebe la visión, ni los mensajes. La Iglesia simplemente constata que al rezarle a María en ese determinado lugar, bajo ese nombre y con las características de una determinada imagen, no hace mal ni tiene desviaciones. Pero no asegura que hayan sido auténticas las experiencias que le dieron origen.

La regla de oro

Ya hemos dicho que la Virgen nunca se aparece (son visiones); que las visiones tienen como finalidad santificar al vidente, y que la Iglesia no oficializa los mensajes sino el culto. Pero finalmente existe una regla de oro que nos permite saber la autenticidad de una visión. Esta consiste en comprobar si dichas revelaciones concuerdan con lo que dicen las Sagradas Escrituras. Si contradicen la Biblia, no pueden venir de Dios, porque Dios no puede contradecirse. Un ejemplo de esto son los casos en los que la Virgen María parece haberse vuelto pesimista, depresiva y amargada, anunciando mensajes lúgubres, tétricos, sombríos en los que vaticina catástrofes y desgracias, mientras que la Virgen María del Evangelio es una mujer de esperanza, de optimismo y alegría.

Para reflexionar

Mientras que Jesús repite constantemente “no tengan miedo”, en algunos “mensajes” (así, entre comillas) pareciera que la Virgen nos quiere aterrorizar con profecías de infortunios y cataclismos cósmicos.

Mientras que Jesús no quiso comunicar a nadie la fecha del fin del mundo, en algunos “mensajes” María anuncia la anuncia e incluso la fija.

Mientras que Jesús enseñó que Dios está al lado de todos los hombres, sean santos o pecadores, en algunos “mensajes” María promete que sólo estará al lado de los buenos o de aquellos que recen el Rosario y la invoquen.

Mientras que Jesús nunca aseguró que por practicar algún rito o devoción los cristianos ganarían la vida eterna, en algunas “visiones” María advierte que es necesario tener agua bendita, velas para la oscuridad, rezar el Rosario y tener una imagen de Jesús.

Por último, mientras que la Biblia insiste en que Dios quiere salvar a la humanidad, en algunas supuestas visiones María nos dice que Dios quiere el castigo y la destrucción del mundo, pero ella es la que quiere salvarnos.

Conclusión

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que no todo el que dice recibir revelaciones sobrenaturales las recibe realmente, ni todos los mensajes que se anuncian vienen necesariamente de Dios, ya que muchos son producto de la imaginación de las personas. La tarea de los fieles consiste, pues, en aprender a discernir cuáles pueden ser auténticos y cuáles no.

P. José de Jesús Aguilar

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