Este año se cumplen 440 años de que el Calendario Gregoriano fue puesto en marcha en el mundo cristiano para definir con precisión las fechas de la Navidad y la Pascua, importantes para la liturgia y el santoral.
Esta reforma la hizo el Papa Gregorio XIII mediante la Bula Inter Gravissimas, y a partir de 1582, fue sustituyendo gradualmente al Calendario Juliano que había proclamado Julio César desde el año 46 a.C.
Casi dos siglos después de esta reforma al calendario, el Papa Clemente XI mandó a hacer algunas obras en la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles y los Mártires, en Roma, para verificar que aquellos cálculos astronómicos eran correctos.
El 6 de octubre de 1702 se inauguró una Meridiana que se instaló con mosaicos de mármol en el piso y con diseños de Miguel Ángel, quien había trabajado en el templo. Como la iglesia tiene gruesos muros, se hicieron orificios en las paredes, que permiten la filtración de los rayos solares y alumbren el tablero de la meridiana, de modo que la luz se desplazaba al paso de los meses.
La meridiana fue una obra de Francesco Bianchini y funciona como un gnomon, de 45 metros de largo. El signo de Cáncer representa al solsticio de verano y Capricornio al de invierno.
Al paso de los años, la basílica fue acogiendo a la ciencia, y se le proveyó de un gran péndulo que ahora se perfeccionó con un rayo láser para medir el tiempo con precisión.
Los estudios científicos para hacer esta reforma iniciaron en 1515 y en una segunda fase en 1578 por científicos de la Universidad de Salamanca; la Santa Sede creó una comisión para analizar el tema que estuvo integrada por astrónomos y matemáticos como Cristóbal Clavius y el jesuita Luis Lilio, a quien en ocasiones había consultado Galileo.
Era necesario hacer cálculos muy precisos para ajustar los años bisiestos y cada año implicaba un error diferenciado de 11 minutos.
La reforma fue aprobada el 14 de septiembre de 1580 pero tardó un par de años en ponerla en marcha; la Iglesia Ortodoxa siguió usando el Calendario Juliano y los países no católicos de Europa la fueron adoptando a su conveniencia. El Reino Unido, por ejemplo, la puso en marcha en 1752.
Los primeros países en aceptar la reforma fueron España, durante el mandato de Felipe II, quien extendió el uso del nuevo calendario a sus dominios de América y Filipinas; también Italia y Portugal cuando estaba bajo la corona española.
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