“En 1996 sufrí la desesperación de tener a mi hermano al borde de la muerte. Nos dijeron que tenía insuficiencia renal, y que debían encontrar un riñón cien por ciento compatible para que pudiera vivir. Gracias a Dios, el mío sirvió. Pero la mayoría de la gente no encuentra tan fácil el órgano que necesita, por eso es importante que aumente la donación órganos. Yo creo que a Dios le agrada que seamos compartidos”, comenta Miguel Soto, quien desde hace 22 años ha motivado la donación voluntaria, a la que hoy llama el Papa Francisco con motivo de la II Jornada Mundial de los Pobres.
Con motivo de dicha jornada, el Papa Francisco dirigió a la comunidad una invitación a escuchar el grito de ayuda de todas aquellas personas que viven situaciones de carencias o de sufrimiento, “a quienes habitualmente se les denomina ‘pobres’”. Y pidió vivir este domingo como una jornada de oración, de encuentro con la comunidad y de servicio al prójimo; pero especialmente como un día para promover la cultura de la donación de órganos a personas que necesitan un trasplante.
En virtud de esta invitación del Santo Padre, Cáritas Arquidiócesis de México publicó un material con el fin de orientar a las personas que deseen vivir esta experiencia de amor, generosidad y ayuda al prójimo, para la cual refiere dos modalidades: la primera, a través de la “Tarjeta de Donador Voluntario”, misma que se tiene que entregar a un familiar, quien la deberá proporcionar al hospital en caso de muerte; y la segunda, mediante el “Documento Oficial de Donación”; ambos pueden ser tramitados en el Centro Nacional de Trasplantes de la Secretaría de Salud.
Para Cáritas-Arquidiócesis de México, el donar voluntariamente órganos es una de las mayores muestras de amor hacia los demás, una acción de solidaridad con nuestros semejantes, que permite que otro ser humano siga viviendo –y viviendo dignamente–, por eso invita a atender el llamado que el Papa Francisco ha hecho en el marco de la II Jornada Mundial de los Pobres.
“Yo tengo un tío sacerdote que padecía de los riñones. Necesitaba uno para trasplante. Yo me hice los estudios y resulté compatible. No perdí nada, yo tenía dos riñones y podía vivir bien con uno. A lo mejor se puede sentir un poco de miedo al donar en vida, pero cuando uno muere, mejor que otros ocupen nuestras partes, a que se pudran o se hagan ceniza”. Julián Pérez, 34 años.
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