Un escapulario es una prenda que se lleva sobre los hombros colgando por delante y por detrás. Se usa a través de la historia en diferentes tipos de vestiduras y de uniformes, pero es, sobre todo, un hábito religioso. Es la ropa que usan los monjes y las monjas. Consiste en una tira de tela que se lleva sobre el hábito y en la que se borda el escudo de la comunidad a la que se pertenece.
El que lleva un escapulario es porque quiere pertenecer a esa orden o comunidad religiosa.
Cuando surgieron las órdenes religiosas, a finales de la edad antigua y principios de la edad media, se fundaron la “primera orden” para varones, la “segunda orden” para mujeres y la “tercera orden” para laicos de ambos sexos que anhelaban pertenecer a la orden religiosa, pero que querían hacerlo desde su estado de vida propio.
Las terceras órdenes agruparon a muchos fieles laicos que se comprometían en un tipo especial de vida, en la pobreza, en la castidad dentro del Matrimonio y en la obediencia a Dios y a sus ministros. Mediante la oración, la mortificación y las obras buenas, aunadas a ciertas prácticas características de la orden buscaban su santificación en medio del mundo. Se organizaban bajo la dependencia de la orden religiosa e incluso hacían una especie de votos que renovaban año con año. Estas terceras órdenes, bendecidas y propiciadas por la Iglesia, hicieron y hacen mucho bien entre los fieles laicos, de los cuales muchos han llegado a los altares, como santa Rosa de Lima, que era terciaria dominica.
Estos fieles no podían usar el hábito completo de la orden, pero se les concedía usar un “mini hábito”, es decir, el escapulario reducido a su mínima expresión.
Hay escapularios de los dominicos, mercedarios, franciscanos, agustinos, carmelitas y demás órdenes y comunidades religiosas. El escapulario más conocido y usado, sin duda, es el escapulario de la Virgen del Carmen.
En las costas de Palestina, hacia el mar Mediterráneo, hay una montaña escarpada que domina sobre el mar. Es el monte Carmelo. En el Antiguo Testamento vivió allí el profeta Elías, y desde allí hacía oración para que lloviera sobre aquella tierra que padecía sequía desde hacía varios años. Dios le hizo caso y un día vio en el horizonte una nubecita, del tamaño de una mano, que se acercaba hacia la tierra firme. Aquella nubecita trajo la lluvia esperada.
Elías, desde entonces, meditó en el Mesías que era esperado como una lluvia salvadora para su pueblo, y en la Madre del Mesías, que sería como aquella nube que trajo la lluvia. Muchos siglos después nació Jesús, de María la Virgen.
Sobre ese monte hubo, después de Elías, una comunidad de profetas que adoraban a Dios y pedían la venida del Mesías. Esa comunidad reconoció en Cristo al esperado y desde entonces en ese monte se veneró a la Madre del Mesías, a María, a la que llamaron cariñosamente “Estrella del mar”, Stella Maris.
Un 16 de julio, en el S. XI, la Virgen María se apareció al superior de la Orden Carmelitana, San Simón Stock, y le dio las reglas de su Orden. Según la tradición le entregó al santo un escapulario de color café con el escudo de la Orden y prometió a los que lo llevaran salir del Purgatorio al siguiente sábado después de su muerte. A esto se le llama el “privilegio sabatino”.
La Virgen pudo prometer esto porque llevar el escapulario del Carmen es un compromiso de vivir en oración, en mortificación y en obras buenas, medios clásicos que la Iglesia ofrece a sus fieles para hacer penitencia por sus pecados.
El escapulario del Carmen debe ser impuesto por un sacerdote a los que acepten santificarse en el amor e imitación de María y en la recepción frecuente de la Eucaristía.
¿Verdad que no es tan fácil usar un escapulario?
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