A primera vista, parece ser un grabado del rostro de Jesús como lo han hecho muchos artistas a lo largo de los siglos, pero el retrato de Cristo, de Claude Mellan, esconde un secreto que lo hace único en el mundo.
A diferencia de otros retratos, la Faz de Cristo de Mellan fue realizada con una sola línea ininterrumpida en espiral.
Si bien existe el registro histórico de que realizó algunas pinturas, Mellan (1598-1688) fue, fundamentalmente, un grabador extraordinario que trabajó al servicio del rey durante una larga etapa de su vida artística.
Entre su vasta obra destacan grabados de personajes como Luis XIII, el Cardenal Richelieu y el Cardenal Mazarino; y algunos pasajes bíblicos, aunque la Faz de Cristo es considerada su obra más importante.
Esta magna obra realizada en 1649 es una muestra del virtuosismo del pintor y escultor francés.
La única línea comienza al centro de la nariz del rostro de Cristo y comienza una espiral que va dando forma al retrato con distintos grosores a la línea, lo que logró aplicando en cada momento la cantidad de tinta necesaria para formar la imagen.
Todo un ejercicio de destreza en el arte del grabado que, con el pasar de los siglos, no deja de asombrar a todos los que lo admiran.
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