La Virgen del Consuelo surge de otra advocación mariana y ha pasado por varias etapas antes de ser venerada como Nuestra Señora del Consuelo.
Nuestra Señora del Consuelo es consecuencia de una historia conocida por muchos católicos desde finales del siglo XIX en la Ciudad de México.
Se cuenta que, en el desaparecido Hospital de San Andrés, (hoy Museo Nacional de Arte), atendido por las Hermanas de la Caridad, sucedió un hecho prodigioso que marcó el inicio de una devoción muy singular.
Ante una calamitosa inundación en dicho nosocomio que se encontraba lleno de enfermos, la madre superiora acudió al oratorio donde se encontraba una imagen de la Virgen Dolorosa –a la que se le celebra el 15 de septiembre- para pedir el cese de la lluvia y que las aguas no llegaran a un nivel extremo.
Al día siguiente, para sorpresa de todas las hermanas, aquella imagen apareció con el brazo extendido hacia el frente en ademán de contener las aguas.
Con la expulsión de las Hermanas de la Caridad en México por las Leyes de Reforma, la imagen de la Virgen Dolorosa se obsequió a las Hermanas Josefinas mutilada de un brazo, pues un albañil quiso quedarse con él, en “recuerdo” de aquel prodigio.
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Las alumnas que acudían al colegio de aquellas religiosas le llamaban “La Virgen fea”, puesto que había sufrido, meses atrás, una quemadura en el rostro a consecuencia de un incendio.
Algunos fieles consideraban que la imagen no era apta para su veneración; por tal motivo, se le cortó la cabeza, y se obsequió al Padre José María Vilaseca, fundador de la Congregación de los Misioneros Josefinos.
Éste, a su vez, la regaló al segundo superior de esta congregación: el R.P. José Ma. Troncoso y Herrera, quien la llevaría de nueva cuenta al culto con un cuerpo nuevo y quien, debido a una experiencia que vivió con una anciana moribunda, le dio por título “Nuestra Señora del Consuelo”, en 1897.
La aprobación eclesiástica para su veneración se realizó el 20 de septiembre de 1898, por parte del Arzobispo Primado de México. Mons. Próspero María Alarcón.
Fue tan grande la propagación de esta advocación, que el Padre Troncoso quiso levantarle un santuario frente a la Alameda de Santa María la Ribera, pero los tiempos antirreligiosos de los años 20s, impidieron que fuera una realidad.
Por eso, la imagen prodigiosa fue resguardada en la Parroquia del Espíritu Santo donde se encuentra desde 1934 hasta la fecha; sin embargo, varios Misioneros Josefinos sabían de aquel deseo de quién inició esta devoción, de querer construir un santuario para la Madre de Dios.
A mediados del siglo XX, el sacerdote Josefino, el R.P. José Rojas García, decidió emprender y retomar el sueño de levantar un templo para la Virgen del Consuelo.
Tras largos años de trabajo, esmero, lágrimas, sacrificios y amor, este recinto llegó a consolidarse en las inmediaciones de las calles de Delibes y Debussy de la colonia Guadalupe Victoria; sin embargo, faltaba la imagen de quien sería la patrona de esta casa.
El padre Rojas y el Superior General de los Misioneros Josefinos, el R.P. José de Jesús Alcántara, ordenaron una nueva escultura de Nuestra Señora del Consuelo, pues la imagen original no sería retirada de la Parroquia del Espíritu Santo de la colonia Santa María la Ribera.
No fue sino hasta el 14 de septiembre de 1952 que la nueva imagen de Nuestra Señora del Consuelo llegó a su templo definitivo, llegando por la Calzada Vallejo y Av. Cuitláhuac.
Esta réplica, no sólo ha captado el amor de los fieles de su parroquia, sino el reconocimiento eclesiástico por su antigüedad y a los hechos históricos que esta advocación conlleva.
En el año de 2006, fecha en que su parroquia celebraba los 40 años de construcción, el provicario, Gabriel Melgoza Ortiz, en representación del Obispo Auxiliar, Mons. Carlos Briseño Arch, coronó a la imagen de la Virgen del Consuelo.
Nuestra Señora del Consuelo es un regalo de la Virgen María para la Ciudad de México, cuya advocación ha pasado por varias etapas de México; el Porfiriato, la Guerra Cristera, la modernización y el crecimiento urbano.
Estas etapas permanecen en la memoria y en el corazón de quienes ven en los ojos de María, el camino idóneo para llegar al amor infinito y misericordioso de su Amado Hijo.
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Con información de Gustavo Rojas, Parroquia del Consuelo, CDMX.
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