'El Dulce nombre de María' es una de las obras más reconocidas del pintor barroco Cristóbal de Villalpando.
El dulce nombre de María, del artista barroco Cristóbal de Villalpando, es una de las pinturas más conocidas que alberga el Museo de la Basílica de Guadalupe, y es considerada la obra “más viajera”, comenta Nydia Rodríguez Alatorre, directora del recinto.
La pintura del siglo XVII, custodiada y expuesta permanentemente en el Museo de Basílica de Guadalupe, se ha prestado a varios museos del mundo como el Metropolitano de Arte (MET) de Nueva York, el Louvre en París y el Museo del Prado, en España.
Para el MET formó parte de la exhibición en 2017: Cristobal de Villalpando, el pintor mexicano del barroco.
En ella se puede ver a María arrodillada ante una mesa de altar, que alude al Arca de la Alianza, rodeada de un semicírculo de ángeles adolescentes que visten telas ligeras, esto de acuerdo a la descripción de la obra que realizó el Boletín Guadalupano, medio de la Basílica de Guadalupe.
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“El dulce nombre de María” de Villalpando, pintado en 1690 o 1700. Colección del Museo de la Basílica de Guadalupe.
En buena medida es que muestra la madurez estilística del pintor. De acuerdo con la directora del museo, Nydia Rodríguez, el estilo barroco de Cristóbal de Villalpando destaca en su manera teatral de representar las imágenes, lo cual es muy evidente en esta obra.
“Sus pinturas poseen mucho movimiento; hace figuras con cuellos largos y con composiciones difíciles de encontrar en la anatomía del cuerpo humano. Alcanza una gran gama cromática en su paleta, tiene contrastes de luz y un estilo muy peculiar y agradable a la vista; aunque sus primeros cuadros son de un estilo tenebrista, es decir oscuros; sin embargo, después utiliza una gama de colores más marcada”, asegura.
El Museo de la Basílica de Guadalupe resguarda gran parte del trabajo de Villalpando, por ello cuenta con una sala con el nombre del pintor donde se expone su evolución artística. También se pueden ver sus obras en la Sacristía de la Catedral Metropolitana.
Asimismo, dejó impreso su talento en las pinturas al óleo que realizó en las Catedrales de Puebla y Guadalajara, y en cuadros que hizo en Tepozotlán, Estado de México, sobre la vida de san Ignacio de Loyola.
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