Entre 1520 y 1576 aparecieron en territorio novohispano una serie de enfermedades que, se dice, diezmaron a la población indígena, razón por la cual fray Motolinía escribió en aquel entonces al rey de España asegurándole que “Dios castigó a la Nueva España con plagas ‘trabajosas’, que son: la viruela, el sarampión, el hambre, la guerra, la opresión, los tributos en las varias formas de esclavitud y el trabajo en minas”.
La primera de dichas epidemias sucedió en 1520 cuando, no bien había concluido la conquista, el esclavo Francisco de Erguía transmitió la viruela a todo el territorio mexicano; se dice que, de inmediato, el virus mató a miles de indígenas, incluido al tlatoani Cuitláhuac, penúltimo emperador mexica.
Puedes leer: El Papa Francisco salió a la calle para pedir por el fin del coronavirus
La segunda epidemia apareció en 1531 (el mismo año de las apariciones de la Virgen de Guadalupe); desconocido para los indígenas, el sarampión volvió a diezmar a su población y sólo los frailes franciscanos auxiliaron en los tratamientos a los infectados. En 1545, la tercera epidemia provocaba “pujamiento con sangre y juntamente con calenturas, y era tanta la sangre, que les reventaba las narices”, se trataba de tifus exantemático; murieron 80 mil personas. La llamaron “tépeilhuitl” o “la gran destruidora de gente”.
La última plaga del siglo sucedió en 1576 y se cree que fue una presencia simultánea de gripe hemorrágica, fiebre amarilla, incetrioespiroquetosis, infecciones virales, tifoidea y hasta paludismo.
En este marco, la nación necesitaba depositar su esperanza en Cristo, particularmente en el Santo Cristo Señor de la Salud, una imagen que se encontraba en la iglesia de la Santísima Trinidad.
Se cree que la devoción a esta escultura, de madera tallada y policromada, con cruz de madera, tiene el siguiente origen: la imagen era la efigie patronal titular de la Cofradía de los Maestros en Cirugía, Flebotomía y Boticarios, y ante las incesantes plagas, salió de su recinto a la Catedral de México, y fue depositada junto al incipiente retablo de San Cosme y Damián (patronos de los médicos) para proteger a la Nueva España de los azotes epidemiológicos.
En el siglo XIX, las epidemias comenzaron a espaciarse pero las guerras internas, el hambre, la pobreza y el intercambio comercial provocaron un fenómeno inusual: el cólera. Se presentó por periodos: en 1833 (año del cólera), 1850, 1854, 1866 y 1883. En ese momento, la imagen del Señor de la Salud salió en peregrinación. Poco tiempo después terminó el azote.
Ante el nuevo reto del coronavirus COVID-19, los fieles debemos conservar la misma esperanza, y confiar en Aquel que nos sanó con sus llagas y nos libró de la muerte con su Resurrección.
Como comunidad arquidiocesana, obispos, sacerdotes, integrantes de la Vida Consagrada, seminaristas y todos los fieles laicos, debemos elevar nuestras oraciones al Cristo de la Salud, a fin de que cese esta pandemia que amenaza a nuestro querido México y al mundo entero.
Frente a la emergencia actual con motivo del Coronavirus, el Señor de la Salud fue colocado en el Altar de los Reyes de la Catedral Metropolitana de México, donde permanece expuesto.
El feminismo, una corriente filosófica y social que busca la igualdad de derechos y oportunidades…
“Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de…
El 29 de diciembre iniciaremos el Año Jubilar 2025 en las diócesis del mundo, con…
Lo que empezó en los años 20 del siglo pasado como una causa homicida, al…
‘¡Viva Cristo Rey!’ Hagamos nuestra esta frase, no como grito de guerra, sino como expresión…
El Vaticano publicó la segunda edición del libro litúrgico que contiene las instrucciones relacionadas con…
Esta web usa cookies.