El Santo Grial o el cáliz sagrado que fue utilizado por Jesucristo en la Última Cena es uno de los objetos más buscados de la historia y aunque el cáliz que se venera está en la Catedral de Valencia, España, no se sabe a ciencia cierta si es o no el objeto original. Sin embargo, lo valioso de este acontecimiento radica en el significado y no en el objeto.
Como parte de la Visita Pastoral, el obispo auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México, Héctor Pérez Villarreal se encontró con un grupo de jóvenes en la parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, de la colonia Algarín en la Ciudad de México. Durante ese encuentro un joven le preguntó: ¿Dónde está el Cáliz que utilizó Jesús en la Última Cena?
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El obispo respondió tajante: “No existe. Se perdió. Nadie puede decir es éste”. Pero, más allá de que se pueda decir dónde está la evidencia de ese suceso. Lo que importa de la Última Cena, no es el cáliz sino la memoria de que Jesús celebró esa cena y que prometió que cuando los católicos la recordáramos, Él iba a estar presente. “No en el Cáliz, sino en la comunidad que lo celebra”.
Para ejemplificar esta historia, el Obispo auxiliar Pérez Villarreal le preguntó a los jóvenes: ¿Tienen historias memorables o graciosas sobre su familia?
Los jóvenes, entre risas, compartieron algunas historias. Y el obispo explicó. “La Última Cena es el recuerdo de algo muy importante que ocurrió en la comunidad. Esa memoria es la que nos une a todos los cristianos.”
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