Sabías que

Don Roberto Servitje Sendra: Un hombre de Iglesia al servicio del mundo empresarial

Traté a Don Roberto de 2006 a 2016, con motivo de mi servicio como Asesor Moral de la Confederación de la Unión Social de Empresarios de México (USEM) y la USEM-Morelia, así como de mi encargo de Secretario de la Pastoral Educativa de la Conferencia Episcopal Mexicana, del 2012 al 2018. Nuestros distintos momentos de diálogo fueron profundos, fraternos. Nos encontrábamos en las Reuniones de Consejo de Expresidentes y en ciertos espacios institucionales, cursos, viajes. Siempre que le busqué, fue receptivo, justo y reflexivo.

Particularmente recuerdo la convivencia con él, en el Encuentro Obispos-Empresarios en Tegucigalpa, Honduras, organizado por el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño y la Unión Internacional de Empresarios Cristianos, en septiembre del 2012. En esta experiencia inició una relación más cercana, que se prolongó con distintas visitas a su oficina en la avenida Palmas, en la Ciudad de México. Su trato fue siempre muy delicado, de escucha profunda, de amplia confianza y con orientaciones concretas.

Con relación a su filosofía empresarial destaco solamente dos elementos. Decía que: “la empresa es lo que son sus colaboradores, y éstos son lo que son sus jefes”. Este sentido de respeto por sus colaboradores era activo, creativo: les formaba, les exigía, les cuidaba. Él fue, en la USEM, quien impulsó y promovió ampliamente tres cursos particulares: ¿Qué es la empresa?, Curso del Jefe y el Curso de Superación Personal, sobre el valor de la persona en la empresa. El segundo punto que quisiera destacar sobre su filosofía empresarial, fue su gran capacidad para arriesgar, para crecer, para desarrollar, pero siempre con responsabilidad, sin sacrificar a sus colaboradores. En el fondo, puso en práctica el consejo evangélico de San Lucas (14, 28): “al construir una torre, antes, hay que calcular bien los costos”. Fue un empresario con profunda conciencia y formación social. La Doctrina Social de la Iglesia, para él, era una continua inspiración, reto y desafío. Frente a distintos problemas humanos dentro de diversos organismos sociales, llegamos a una conclusión conjunta: “Hay cosas que solo el tiempo podrá resolver, hay que dejar a Dios ser Dios”.

Recuerdo su mensaje cuando recibió la medalla Pro Ecclesia et Pontifice (por la Iglesia y por el Papa). Fue breve, puntual, lleno de gratitud y testimonial. Más que hacer un discurso teórico, subrayó la importancia de haber puesto en práctica esta Doctrina, con su correspondiente dificultad para entenderla, asumirla y aterrizarla. Lo anterior, decía, debido a los muy distintos marcos de comprensión del pensamiento del mundo y de la Iglesia. Ese día fue muy particular, pues Don Roberto, al llegar al Hotel Camino Real de Polanco, tuvo un problema motriz. Sin embargo, lo anterior, no le impidió expresar claramente su afecto hacia su esposa, hijos, así como a su hermano, desde el presídium, y que le fue correspondido por el mismo Don Lorenzo.

Don Roberto tenía una gran madurez espiritual. Sabía quién era y qué responsabilidades y roles le tocó jugar en la vida: hermano menor, estratega, esposo, padre, tío, ciudadano, empresario con responsabilidad social, quien participó activa y discretamente de la COPARMEX, CCE, así como en los organismos de representación de la industria harinera. Fue un feligrés objetivo y generoso. Su libertad provenía de una conciencia profunda sobre el sentido de la lógica del don y la gratuidad. Por esta misma claridad, sabía aprovechar los bienes, disfrutarlos, facilitarlos y multiplicarlos.

Asistió muy alegremente al Encuentro del Papa Francisco con el Mundo del Trabajo, en el gimnasio del Colegio de Bachilleres de Ciudad Juárez, el 16 de febrero del 2016, por la mañana. Dentro del mundo de empresarios y líderes obreros, más de tres mil, estaba en segunda fila, a nivel de cancha –como siempre–, en una de las orillas, así que le tocó saludar de mano al Pontífice quien sorprendió a la audiencia al negarse a subir al carrito de golf preparado para él, para su ingreso al recinto. De este encuentro, se derivaron distintos diálogos sobre el Magisterio del Papa Francisco. Particularmente de la conexión entre la gran encíclica social del Papa Benedicto XVI, Caritas in veritate, con la encíclica Laudato si’.

Fue un generoso empresario que ayudó a sostener múltiples obras sociales, pastorales y empresariales, lo que le mereció haber recibido dicha Medalla de parte del Santo Padre Francisco. El tiempo de su gestión empresarial fue rico en esfuerzos de promoción humana y social. Fue un sensato subordinado y también un dirigente consciente al actuar y un administrador justo de los recursos y bienes materiales. Supo jugar ambas dimensiones, con gran elegancia y responsabilidad. Yo creo que solo Dios sabe a todos los organismos y personas que apoyó. Hizo, sin duda alguna, lo que estuvo en sus manos para ayudar a México, a sus colaboradores, a la industria en la que participó, así como distintas iniciativas educativas.

Su formación lasallista y jesuita, se manifestó a lo largo de toda su vida. Su formación en Doctrina Social fue autodidacta, muy aterrizada y experiencial. Fue un fiel católico, con una vida equilibrada, ejemplar, en múltiples aspectos. Era un hombre piadoso y con un profundo desarrollo del diálogo fe-razón.

Que Dios premie todas sus buenas obras, y llene de fecundidad espiritual todos sus esfuerzos. Y a su familia, le conceda el don de recibir su testimonio y hacerlo crecer.

P. Eduardo Corral

Pbro., Maestro en Ciencias, Eduardo J. Corral Merino, Sacerdote de la Arquidiócesis de Morelia y Asesor de la Dimensión para la Cultura y la Educación de la CEM.

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