Tres semanas después de la Resurrección del Señor, el cuarto domingo de Pascua, la Iglesia Católica celebra el Domingo del Buen Pastor o fiesta litúrgica de Jesús, el Buen Pastor.
Esta expresión hace referencia varios pasajes evangélicos, entre ellos: a San Juan (10, 1-39), quien dice: “Os aseguro que el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que se mete por otro lado, es ladrón y bandido. Pero el que entra por la puerta es el pastor que cuida a las ovejas. El portero le abre la puerta y el pastor llama a cada oveja por su nombre y las ovejas reconocen su voz. Él las saca del redil, y cuando ya han salido todas, camina delante de ellas y las ovejas lo siguen porque reconocen su voz. En cambio, no siguen a un desconocido, sino que huyen de él. Porque no conocen la voz de los desconocidos… yo soy la puerta por donde pasan las ovejas, el que por mi entre será salvo… Yo soy el Buen Pastor”.
Por el Bautismo participamos todos de la triple misión de Jesús: Sacerdote, Profeta y Rey. Jesús es rey de una forma que jamás podrán igualar los reyes humanos. Y no hablo aquí tan sólo de los que tienen el poder civil, sino de todos los que de alguna manera tenemos la autoridad. Hasta la maravillosa autoridad de un padre de familia o de un hermano mayor. Todos tenemos en Cristo un modelo que nos dice que nuestra autoridad viene de Dios y consiste en servir a nuestros hermanos. Que no es un privilegio, sino un deber.
En el campo de la realeza de Cristo está su ser Buen Pastor. Es una misión de servicio para conducirnos a nosotros, las ovejas, hasta el dueño del rebaño: nuestro Padre Dios.
Participamos, pues, del ser Pastor de Cristo. No sólo aquellos a los que llamamos pastores de una forma plena: el Papa y los obispos que llevan el báculo como signo de su oficio, ni sólo los presbíteros y diáconos que colaboran con el obispo en el pastoreo. Los religiosos y los laicos participan también de ser Cristo, Buen Pastor.
Los religiosos, entre ellos las hermanas religiosas, ejercen admirablemente su pastoral específica en hospitales, colegios, asilos, orfanatos y misiones.
Los laicos ejercen su pastoreo, aunque no exclusivamente, en la Parroquia por ser ella la presencia de la Iglesia más cercana a la casa de los hombres.
Leer: ¿Qué es un laico y cuál es su papel en la Iglesia Católica?
El Pastor nato de la Parroquia es el obispo local que confía el pastoreo a un presbítero al que nombre Párroco, o Señor Cura. En algunos casos se nombra un Administrador Parroquial con la misma función del párroco.
El párroco tiene como misión organizar la Pastoral Parroquial que lleva a cabo con la ayuda de los laicos más comprometidos a los que trata de capacitar doctrinalmente y técnicamente para ejercer su misión de pastores unidos al Buen Pastor.
La Pastoral Parroquial responde a las necesidades más importantes de la feligresía: la juventud, los niños, los ancianos, las familias, los pobres, los emigrantes, los presos y demás, según la parroquia.
El laico o fiel cristiano que participa en esta pastoral debe hacerlo con el convencimiento de que no está ayudándole al párroco, sino que está ejerciendo una misión propia que le corresponde por el bautismo y que le hace participar de la misión de Cristo.
Los padres de familia, por derecho propio, son los pastores de la familia, cargo que ejercen movido por el amor natural que sienten por sus hijos y por su cónyuge. Ellos mismos van haciendo a sus hijos mayores partícipes de esa misión de pastores de tal modo que la familia toda es una imagen de la Iglesia Universal unida al Buen Pastor.
Leer: ¿Por qué es tan importante la bendición de los padres a los hijos?
Los papás entienden muy bien que su autoridad es servicio u no privilegio, ya que. Literalmente, se desviven por el bien de sus hijos. Que el Buen Pastor los ilumine y fortalezca en tan bella labor.
Con información del P. Sergio Román y Carlos Villa Roiz
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