Ser misionero es vivir la fe en salida, con alegría y entrega. Foto: Especial
Ser un discípulo misionero no es un título especial, es un llamado para todos los bautizados.
Pero, ¿cómo serlo?, ¿hay que salir a otro país?, ¿qué debo hacer?
Discípulo se refiere a un aprendiz, un alumno que recibe instrucción de un maestro, que aprende y practica, que se deja guiar por la doctrina; es una etapa de aprendizaje para ser y hacer. Misionero significa “uno que es enviado”. Por tanto, un discípulo misionero es un aprendiz y practicante que es enviado por Jesús a anunciar de palabra y obra el Reino de Dios, quien nos ha encomendado la doble tarea de seguirlo y anunciarlo de corazón, bajo la guía del Espíritu Santo y en comunión con la Iglesia.
En los últimos años, especialmente en América Latina, el término discípulo misionero ha sido impulsado por el Documento de Aparecida (2007), donde los obispos —entre ellos el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio, posteriormente Papa Francisco— invitaron a los fieles a redescubrir el carácter misionero del bautismo y a vivir la fe en clave de seguimiento y envío. Nadie da lo que no tiene, surge de un encuentro personal con Cristo que nos envía a anunciar la salvación a todo hombre de buena voluntad. Conlleva un envío por parte de la Iglesia, no es algo personal, es desde la comunidad creyente y en comunión eclesial.
De acuerdo con el Documento de Aparecida, específicamente en el No. 278, el discípulo misionero es aquel que ha tenido un encuentro personal con Jesucristo, lo sigue como su Maestro y, movido por ese amor, se convierte en testigo del Evangelio en su entorno. No se trata de una tarea exclusiva de sacerdotes o religiosos, sino de todo bautizado que desea vivir su fe de forma activa y comprometida.
“No podemos quedarnos tranquilos esperando pasivamente en nuestros templos. Es urgente pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera”, señala Aparecida en el número 370.
El Papa Francisco habló en muchas ocasiones sobre esta vocación que nace del bautismo. Para él, ser discípulo misionero no es una opción ni una tarea reservada a unos cuantos, sino una misión compartida por todos los bautizados.
En la Jornada Mundial de las Misiones 2024, el Papa Francisco decía: “Hoy el drama de la Iglesia es que Jesús sigue llamando a la puerta, pero desde el interior, ¡para que lo dejemos salir! Muchas veces se termina siendo una Iglesia (…) que no deja salir al Señor, que lo tiene como ‘algo propio’”.
Además, insistió en que la misión debe realizarse con un estilo evangélico “La misión de llevar el Evangelio (…) debe tener necesariamente el mismo estilo de Aquel a quien se anuncia… con gozo, magnanimidad y benevolencia… sin coacción ni proselitismo…” (Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones).
En otra ocasión, durante esa misma jornada, el Papa subrayó la identidad misionera de la Iglesia, “Para que sean mis testigos… todo bautizado está llamado a la misión en la Iglesia y bajo el mandato de la Iglesia… no por propia iniciativa”.
Y recordó que ser discípulo misionero va más allá de hablar de Dios; implica encarnar su presencia con la vida misma: “No solo para dar testimonio, sino también y sobre todo para ser sus testigos”.
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¿Qué se necesita para ser discípulo misionero?
La Iglesia identifica algunos elementos clave para vivir esta vocación:
Hoy más que nunca, el mundo necesita discípulos misioneros convencidos, alegres y comprometidos, que vivan su fe de forma auténtica. En palabras del Papa Francisco “No podemos ser cristianos de salón, necesitamos ser discípulos en salida”.
Ser misionero implica el no dejar de ser siempre discípulo, siempre aprendiendo y compartiendo con alegría el mensaje de Jesús, con palabras y acciones concretas, o sea, ser testigos creíbles desde nuestra propia realidad, que es lo que anunciamos y es lo que vivimos.
Así como hay una gran diversidad de dones y carismas, así los discípulos misioneros desde sus diversas y variadas realidades anuncian a Jesús: Señor y Salvador para todos los hombres.
Con asesoría del P. Salvador Barba.
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