Un estudio revela que el 33.8 por ciento de los biólogos y físicos de confesión católica han sido víctimas de acciones discriminatorias en sus laboratorios o en el seno de sus lugares de investigación, y que el 40.3 por ciento de los investigadores protestantes se han visto profesionalmente marginados.
Esta información proviene del libro “Dios, la Ciencia, las pruebas. ¿Y si Dios existe?”, del ingeniero informático Michel Yves Bollore, quien tiene un doctorado por la Universidad de Paris, y de Oliver Bonnassies, licenciado en teología por el Instituto Católico de París, en el que hacen un detallado análisis de la historia del pensamiento científico de manera imparcial, en el que se plantean argumentos a favor y en contra de la existencia de Dios. Se han vendido más de 300 mil ejemplares de este libro.
Una de las vías en el análisis y la discusión científica sobre la existencia de Dios parte de la teoría del Big Bang y el final del universo que es conocido como muerte térmica, así como de su expansión, el origen de la materia, el espacio y el tiempo, tres elementos que están vinculados según la teoría de la Relatividad de Einstein.
La veracidad de la teoría del Big Bang fue confirmada en 1964 pero desde 1920 fue teorizada por Friedmann y Lemaitre, quien además de científico era sacerdote.
Las dos tesis opuestas sobre la existencia de Dios son: el universo siempre ha existido y es puramente material, y la otra, presupone un inicio, una creación lo que apunta hacia la existencia de Dios quien matemáticamente calculó absolutamente todo en el universo, incluyendo la vida y la velocidad de expansión del universo con una precisión fenomenal.
Para contrarrestar la teoría del Big Bang y de la expansión del universo, han elaborado fallidas hipótesis desde 1929 por científicos como Hugh Everett o Stephen Hawking quien sostiene que “a causa de la gravedad, el universo puede crearse por sí mismo, a partir de la nada”, pero han sido rechazadas por Hubble o Lemaitre. A la fecha, la mayor parte de los hombres de ciencia aprueban la teoría del Big Bang y la expansión y final del universo, así como de su curvatura.
El pensamiento ateo a través de los siglos también ha influido en el rechazo de la creación del universo por Dios, y entre ellos destacan: Marx, Engels, Lenin, Mao, Sartre, Nietzsche, Schopenhauer, Hume, Espinoza, Comte, Russell, entre otros.
En el siglo XX, la violencia se sumó a los ataques contra la idea de un Dios creador, y esto ocurrió principalmente en la Unión Soviética durante el gobierno de Stalin, y en la Alemania nazi que combatió a todos los científicos judíos, entre ellos a Einstein, quien afirmó que “Dios no juega a los dados” y terminó exiliándose en los Estados Unidos, pues Hitler lo condenó a muerte, y de igual modo la persecución se extendió a Stern y Born.
Muchos intelectuales fueron enviados a Siberia; otros más fueron fusilados por sostener que el universo tuvo un principio y tendría un final, y que el universo se expande. El régimen comunista, en su afán de atacar la existencia de un creador, afirmaba que la materia siempre ha existido y que el universo no se expande.
El comunismo causó un enorme retraso en el avance de ciencias como las matemáticas, la física y la astronomía, pues solo prosperaban las teorías que iban acorde con la ideología del sistema comunista.
La emigración y el asilo a otros países movió a grandes intelectuales y esto fue algo común durante estos gobiernos que, ante la intolerancia de la existencia de Dios, torturó y asesinó a muchos estudiosos creando auténticos mártires de la ciencia, pero a partir de 1936, el gobierno nazi decomisó los pasaportes de los científicos incómodos como el matemático Félix Hausdorff, los expulsó d las universidades y finalmente murieron bajo el yugo de sus verdugos.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el occidente, también hubo científicos que negaron la tesis de la creación, como David ohm quien afirmó que los partidarios del Big Bang “eran traidores a la ciencia para obtener conclusiones conforme a la Iglesia Católica”, y varias universidades también les cerraron las puertas, y por ejemplo, Ralph Alpher tuvo que ir a trabajar a la General Electric, y Robert Herman se empleó en la General Motors, pero esto cambió en 1964 cuando se descubrió la radiación cósmica de fondo, es decir, el eco de la creación que será el primer pilar del Big Bang.
La ciencia, en nuestros días, valida la teoría del Big Bang y esto abre las puertas a la aceptación de un inicio en el universo y la existencia de su creador: Dios.
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