Energizante y de sabor excepcional, se esconde una curiosa historia detrás del café capuchino, especialmente valorado por paladares de todo el mundo. Y es que su origen incluye una simpática vinculación religiosa.
En efecto, el nombre de esta agradable mezcla de café expreso y espuma de leche tiene su génesis en un grupo de frailes. Concretamente, en la orden religiosa de los capuchinos, caracterizada por su abrazo a la pobreza y la humildad.
El sencillo traje con el que se vestían los religiosos habría generado la burla de quienes en forma despectiva se referían a su vestimenta como “cappuccini”.
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Ciertamente, abrazados al voto de pobreza, los capuchinos cubrían su cuerpo con una túnica e incluían una capucha color marrón en ella, así como un cinto de color blanco.
“Los primeros Capuchinos subrayaban la vida de oración, pobreza, austeridad y fraternidad. Querían imitar a Francisco de Asís hasta en su porte externo; por eso iban descalzos, usaban barba y llevaban una túnica con una larga capucha puntiaguda. De aquí su apelativo de ‘Capuchinos’, simplemente por la reposición que hacían del hábito original, en que destacaba un simple capucho largo”, constata la agrupación al comentar sobre su identidad.
La orden religiosa forma parte de la familia franciscana. Es una de las tres reformas surgidas de los frailes de San Francisco y surge a partir de la experiencia de renovación de Fray Mateo de Bascio, Rafael y Ludovico de Fosombrone, en torno al año 1528.
De esta orden religiosa dirá más tarde el entonces papa Benedicto XVI que “sabían predicar con fuerza y también con alegría”.
Sin embargo, sobre el uso del término “capuchino” para referirse a la deliciosa mezcla a base de café no hay una fecha precisa, si bien los conocedores del tema atribuyen su génesis al año 1680, pues la asocian al emperador Leopoldo I.
Quienes apoyan este argumento sostienen que en aquel entonces, la personalidad austriaca tenía como confidente a un religioso; concretamente, a Marco D’Aviano, quien, en efecto, era un fraile capuchino. Según esta versión, a raíz de ello las tiendas expendedoras de café comenzaron a elaborar una bebida a la que llamaron “kapuzin”.
No obstante, otros señalan que el término surgió en Italia. Y sitúan el hecho alrededor de los años 30 a raíz de la aparición de las cafeteras de expreso. Aún así, se insiste en que el nombre en particular deriva de la vestimenta de los capuchinos y de su color característico.
También queda clara su influencia cultural, así como la notable estima que por ellos han expresado los papas en nombre de la Iglesia. Al respecto, basta recordar una de las muchas frases de Benedicto XVI al asegurar que ya en los siglos XVI y XVII “los capuchinos contribuyeron a la renovación de la vida cristiana penetrando a fondo en la sociedad con su testimonio de vida y su enseñanza”.
Otro dato curioso es que el café no siempre gozó de estima y buena fama. Tampoco en el seno del Vaticano. Incluso, se asegura que había quien lo llamaba: “Bebida del diablo”. Sin embargo, esto habría cambiado de forma radical luego de que lo conociera un pontífice.
Cuenta la leyenda que a Clemente VIII le habrían pedido prohibir la deliciosa bebida, pero éste se habría negado, dándole una oportunidad al conocerla personalmente. Aseguran que un sorbo bastó para seducir al pontífice, quien por ello le habría dado su bendición a la bebida que hoy seduce a tantos paladares en el planeta.
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