La Iglesia Católica ha reconocido una gran cantidad de santos en todo el mundo. Éstos han sobresalido no tanto por hacer cosas extraordinarias, sino más bien por hacer de lo ordinario algo extraordinario. Los santos han demostrado que la vida puede dar fruto a pesar de las heridas y lesiones, de los fracasos y desgarramientos, sin que nos destruyan. No sólo por méritos propios, más bien porque se han acogido a la gracia de Dios. A estas personas la Iglesia les ha dado el título de santos.
En la historia del cristianismo, las personas se han dirigido a los santos siempre que se encuentran en apuros. Pero no debemos dejarnos confundir con el gran número de figuras populares que pronto ganan fama de “santidad”. Muchas de estas figuras son engrandecidas por comentarios de diferentes tipos de personas –hasta de no creyentes– y con versiones diferentes, casi siempre exageradas.
A continuación, te presentamos una pequeña lista de aquellas personas a las que algunos creen santos, pero que la Iglesia no ha reconocido como tales.
Esta pseudodevoción gana cada día más fama: un esqueleto ataviado con vestido, guadaña, balanza, brazos y falanges de metal o con figuras de oro y plata. Se exhibe en tiendas espiritistas o mercados donde venden todo tipo de amuletos y elementos para la adivinación o curanderismo. Sus promotores la presentan como una “entidad espiritual” que ha existido siempre, lo cual es mentira.
Esta falsa devoción la permite, favorece y promueve una agrupación no-católica que incluso promueve el aborto. La “muerte” comenzó a ser adorada, más que venerada, por criminales, contrabandistas, pandilleros y ladrones. Ahora su fama se ha extendido a diferentes clases sociales y a otros países.
Es otra falsa devoción. Teresa Urrea nació el 15 de octubre de 1873 en un rancho cerca de Ocoroni, Sinaloa. Teresita, como la llamaban, comenzó a tener en su adolescencia ataques epilépticos. Decía tener visiones y se ufanaba de predecir el futuro y realizar curaciones. Pronto ganó fama de santa en la región.
En mayo del 1890 el pueblo se levantó contra el gobierno del Estado y proclamaron el nombre de Teresa como viva intercesora de las demandas presentadas. El gobierno la deportó del país. Murió de tuberculosis a la edad de 32 años. Después de su muerte empezó su culto.
José Fidencio Síntora Constantino nació en 1898, cerca de la villa de Yuriria, Guanajuato. Fue a la edad de 23 años, en el año de 1921, cuando en compañía de su hermano se trasladó a Espinazo, Nuevo León. Desde muy joven demostró habilidad para curar animales por medio de hierbas y ungüentos.
Fue hasta el 15 de agosto de 1927 cuando a Fidencio se le indicó en una supuesta revelación que debía ayudar a sus hermanos. Pronto su fama se propagaría por todo México. Sus seguidores comenzaron a llamarle “Niño Fidencio” como referencia directa al Niño Jesús, que es Dios.
Juan Castillo Morales era un soldado de Tijuana, Baja California que fue sentenciado a muerte, acusado de homicidio. Nunca reclamó ningún tipo de derecho. La señora a la que le habían matado a su niña mencionó que Juan Castillo no era el culpable, y constantemente le llevó flores al lugar donde lo fusilaron. Con el tiempo la gente comenzó a pedirle milagros y su fama fue creciendo. Su historia se remonta a los años 40’s.
El “santo de los narcotraficantes”. La leyenda dice que nació el 24 de diciembre de 1870, en Sinaloa. Su nombre fue Jesús Juárez Mazo. Debe su sobrenombre a su mala reputación y a la costumbre de camuflarse con hojas de plátano para robar ganado.
De esta conjugación nació el nombre de Mal-verde. Su figura se da en la época del porfiriato. Muere el 3 de mayo de 1909. Su figura se acerca más a la de un Robin Hood moderno.
* Este artículo se publicó originalmente en noviembre de 2011, con el nombre de “Los santos que no son santos”.
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