El discernimiento, la oración, la reflexión-y-meditación son fundamentales para los cristianos ya que a través de ellas nos podemos acercar y fortalecer nuestra relación con Dios. Foto Especial.
Constantemente escuchamos que nuestros sacerdotes hablan del discernimiento, la oración, la reflexión y la meditación, e incluso nos invitan a que las practiquemos en nuestra vida diaria, ya que representan un camino para fortalecer nuestra relación con Dios. ¿Pero, qué significa cada una de estas acciones y que diferencia existe entre ellas? Te lo contamos.
El discernimiento es un proceso espiritual que convierte nuestra libertad y toma de decisiones en caminos iluminados por Dios y que implica inteligencia, experiencia, voluntad y afectos, para alinear nuestra elección con la voluntad divina, ya que es capaz de unir las decisiones humanas con el plan eterno de Dios.
En su catequesis sobre el discernimiento, ofrecida durante su Audiencia General del 31 de agosto de 2022, el Papa Francisco aseguró que este se presenta como un ejercicio de inteligencia, de habilidad y de voluntad, para aprovechar el momento favorable, es decir, estas son las condiciones fundamentales para hacer una buena elección.
De este modo, aseveró, el discernimiento implica un esfuerzo para llevar adelante nuestra vida porque tenemos que decidir siempre algo todo el tiempo, según las realidades que se presenten, pues “Dios nos invita a evaluar y elegir: nos ha creado libres y quiere que ejerzamos nuestra libertad. Por lo tanto, discernir es arduo”.
“El hombre a cada paso que da debe discernir qué decisión tomar. El discernimiento es esa reflexión de la mente, del corazón que debemos hacer antes de tomar una decisión. El discernimiento es agotador pero indispensable para vivir. Requiere que me conozca a mí mismo, que sepa lo que es bueno para mí aquí y ahora”, dijo el Papa.
El Catecismo de la Iglesia Católica establece en el canon 2559 que “la oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” y, añade, en el 2560, que “la oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él”.
Por su parte, Santa Teresa del Niño Jesús indica en sus manuscritos que “para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría”.
Sobre la oración, el Papa Francisco señaló, en su catequesis de la Audiencia General del 28 de septiembre de 2022, que ella nos permite entrar en intimidad con el Señor, ser sus amigos, y así poder reconocer lo que a Él le agrada, además de que esta relación íntima o familiar con Dios “también nos ayuda a alejar los miedos y las dudas que pueden turbar nuestro corazón cuando nos disponemos a cumplir su voluntad”.
“La oración es saber ir más allá de los pensamientos, entrar en intimidad con el Señor, con una espontaneidad afectuosa… La oración verdadera es familiaridad y confidencia con Dios. No es recitar oraciones como un loro, no. La verdadera oración es esta espontaneidad y afecto con el Señor. Esta familiaridad vence el miedo o la duda de que su voluntad no sea por nuestro bien, una tentación que a veces atraviesa nuestros pensamientos”.
En el contexto católico, la reflexión es un proceso de pensamiento profundo y serio que se aplica a la experiencia a la luz de la fe cristiana, que implica examinar la vida, los acontecimientos y las acciones personales a la luz de las enseñanzas de la Iglesia católica, la Biblia y la tradición, a fin de buscar comprender cómo la presencia de Dios se manifiesta en nuestras vidas y cómo podemos responder a esa presencia de manera más plena.
De este modo, establece el documento “Enséñanos a orar”, Vivir el Año de la Oración en preparación al Jubileo 2025, elaborado por Dicasterio para la Evangelización, la reflexión es fundamental para el crecimiento espiritual y la madurez en la fe, ya que le permite a los católicos comprender la presencia de Dios, profundizar en la fe, fortalecer la relación con Dios; tomar decisiones más sabias; y vivir una vida más plena y significativa de acuerdo con sus enseñanzas.
De la misma manera, en el canon 1779 del Catecismo de la Iglesia Católica, señala que “es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de su conciencia. Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria cuanto que la vida nos impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización:
“Retorna a tu conciencia, interrógala. […] Retornad, hermanos, al interior, y en todo lo que hagáis mirad al testigo, Dios (San Agustín, In epistulam Ioannis ad Parthos tractatus 8, 9)”, asevera.
Según el Catecismo de la Iglesia Católica, en su canon 2705, la meditación es, sobre todo, una búsqueda, en la que el espíritu trata de comprender el porqué y el cómo de la vida cristiana para adherirse y responder a lo que el Señor pide, además, añade el parágrafo 2723, hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo con el objetivo de lograr “la apropiación creyente de la realidad considerada, que es confrontada con la realidad de nuestra vida”.
Habitualmente se hace con la ayuda de algún libro: las sagradas Escrituras, especialmente el Evangelio, las imágenes sagradas, los textos litúrgicos del día o del tiempo, escritos de los Padres espirituales, obras de espiritualidad, el gran libro de la creación y el de la historia.
Del mismo modo, se agrega en el canon 2708, “la meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo. Esta movilización es necesaria para profundizar en las convicciones de fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo” .
En su catequesis de la Audiencia General del 28 de abril de 2021, el Papa Francisco subrayó que para los cristianos, meditar significa encontrarse con Cristo, acoger sus palabras y confrontarlas con la propia vida, además de que existen muchos métodos de meditación cristiana que pueden ayudarnos en el seguimiento del Señor.
“Algunos de estos métodos acentúan más la dimensión intelectual, otros los afectos y sentimientos. Pero no debemos olvidar que el método es solamente un medio, no una meta, lo importante es que propicie el encuentro con Jesús, y sólo así podremos encontrarnos con nosotros mismos”, subrayó.
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