Para mejorar tu forma de hacer oración te compartimos estos consejos que te serán de gran utilidad.
Podemos hacer una recapitulación de todas las “oraciones” que nos enseñaron a recitar desde pequeños, sin embargo, cuando nos proponemos a dialogar con Dios parece como si la mente se pusiera en blanco, o simplemente fuese un monólogo (yo hablo y Dios escucha), pero ¿no es acaso la oración un diálogo con Quien me ha pensado desde antes de que yo estuviese en el seno de mi madre?
Si es así ¿por qué entonces nos cansamos, aburrimos o desistimos? ¿no será acaso que realmente no sabemos disfrutar a Dios en la oración?
Cómo encontrar a Dios en la oración
Pero… ¿cómo disfrutar a Dios si no lo veo, no lo escucho, no lo siento? Y además de eso me quedo dormida, me distraigo fácilmente, se me olvida realizarla o simplemente, se me va el día en todos los menesteres y al final estoy tan cansado como para poder concentrarme.
Ante los avatares vamos a plantear 5 consejos a considerar para que puedas sumergirte en el océano del amor de Dios por medio de la oración.
- Es necesario reconocer que la oración es un don de Dios y por ello Él la da según convenga para la santificación de tu alma, en algunas ocasiones será más reconfortante y en otras será más árida, pero no por ella menos fructífera. Te planteo una analogía sencilla, cuando estás enfermo y te dan un caldo de pollo, no te sabe a nada, incluso no se te antoja, pero no por ello puedes decir que no te nutre, sino todo lo contrario, pese a que no la puedes degustar sí sabes que te brinda nutrientes y por ello es necesario. Eso mismo sucede en la oración cuando te sientes como tierra agostada sin agua, o simplemente con sueño, pero hay que reconocer que la oración, pese a mi estado de ánimo le hace un bien a mi persona, porque Dios no va a ver mi grado de fervor, sino mi perseverancia sencilla.
- Practica el silencio interior… ¡uf! esto puede sonar complejo, pero en realidad es un hábito que te ayudará bastante no sólo para la oración sino para todas las actividades que realizas. Cuando haces consciencia (sí, con “sc” porque hablamos de la consciencia psicológica, no moral) de que la oración es tu espacio para estar a solas con Dios, sin ningún intruso, quiere decir que no pueden entrar las maravillosas y espontáneas ideas, o los problemas, los rencores pasados, las soluciones futuristas, ni los familiares, ni los amigos… es tu tiempo de calidad con Dios. Así que, cuando estés en ese momento y vengan a tu mente todo tipo de recuerdos o soluciones, diles que no es su momento protagónico, y dile a Dios que es el momento de los dos. No importa cuántas veces lo tengas que repetir, es decir, reubícate en tu momento presente.
- No olvides que la oración no sólo compete al alma pues somos una perfecta unidad entre alma y cuerpo, por ello nuestro cuerpo es parte importantísima de la oración, de ahí que exista la postura oracional. Hay personas a las cuales les gusta hacerla hincadas, otros que prefieren sentados, con los ojos abiertos o con los ojos cerrados… aquí lo importante es que la postura que prefieras emplear no te lleve a la dormición, sino que estés cómodo, pero también atento.
- Elige un lugar que te ayude a estar en mayor recogimiento interior, donde sepas que nadie te puede interrumpir. Claro que el lugar por excelencia es delante del Santísimo, sin embargo, no siempre los tiempos personales empatan con los horarios del Templo, por ello puedes elegir un espacio dentro de tu casa. Te comparto que, en una ocasión, impartiendo un taller sobre la oración, una persona comentó que su lugar favorito para hacerla era sentada sobre la lavadora, porque ahí, en el cuarto de lavado nadie la iba a ir a interrumpir.
- No por estar en último lugar será el menos importante. Es útil que sepas que no existe una “fórmula mágica” para hacer oración, sin embargo, tu actitud interior es crucial, el corazón sencillo que se deja sorprender por Dios. Como cuando un niño pequeño que espera con los brazos abiertos a sus papás que llegan del trabajo, así tú, espera con el corazón abierto y dispuesto la acción de Dios en ti, aunque ésta sea sin tocar tu sensibilidad.
Dios no está lejano esperando a que “te conectes” con Él, recuerda que está siempre presente, no dudes en pedirle la gracia de reconocerlo en tu vida, en la salud y en la enfermedad, en las tristezas y en las alegrías… no como Alguien que sólo puede resolver las complejidades del día, sino como Aquel que has elegido libremente para que, con esta disposición, Él te configure en Su amor.
Artículo realizado por la Hna. Karinthy Jaime, HCMJM
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