¿Cómo debe ser el comportamiento durante la Misa? 25 consejos para honrar la celebración
Algunas normas de urbanidad litúrgica que ayudan a vivir la Misa con el corazón y la actitud adecuada. Foto: Luis Aldana
La Misa es el acto central de la vida cristiana. A través de sus diferentes momentos, los fieles entran en diálogo con Dios, escuchan Su Palabra, le presentan sus necesidades y lo reciben en la Eucaristía. Pero, ¿sabemos realmente cómo participar en ella y cómo debemos comportarnos? Estas son algunas “reglas” para participar con piedad y dignidad, que nos ayudan a vivir y participar de la Santa Misa con un corazón dispuesto y con actitudes adecuadas.
Ritos Iniciales: Entramos con el corazón dispuesto
Aquí comienza el encuentro. Después del saludo inicial, el sacerdote nos invita a disponernos a participar activamente, reconociendo con humildad nuestros pecados. Inclinamos la cabeza, pedimos perdón y nos abrimos a la misericordia de Dios.
Llegar a tiempo: Evita llegar tarde. Es una forma concreta de expresar el valor que se da a este encuentro con Dios y con los hermanos de la comunidad, quien siempre espera con amor y desea comunicarse con cada uno de nosotros.
Vestir decorosamente: La vestimenta debe ser digna y modesta. Evitar, en la medida de lo posible, prendas provocativas o distractoras, como escotes pronunciados, minifaldas, shorts o mallas. Lo exterior es el reflejo del interior.
Saludar al Señor al entrar: Al entrar a la iglesia, muchos fieles acostumbran persignarse y hacer una breve oración en silencio, como gesto de saludo al Señor presente en el Sagrario.
Hacer reverencia o genuflexión con devoción: Se considera oportuno hacer una reverencia si se pasa frente al altar, o una genuflexión si se atraviesa ante el Sagrario, pues en ambos espacios litúrgicos se reconoce la presencia real de Cristo.
Apagar o silenciar el celular: Evita cualquier distracción digital. Esta es una cita con Dios: dale tu atención total.
Evitar cruzar las piernas: Esta postura puede interpretarse como descuidada o poco reverente. Que tu cuerpo exprese también tu actitud de adoración y respeto.
Acompañar y formar a tus hijos: Enséñales desde pequeños a disfrutar de la casa de Dios y a comportarse con reverencia y alegría.
No comer ni masticar chicle: Durante la Misa sólo se permite ingerir agua, y sólo por motivos de salud. Mascar chicle o comer distrae y resta solemnidad al momento. (Por favor, no pegarlo debajo de las bancas)
Durante la Misa se valoran los gestos que manifiestan respeto. Foto: Luis Aldana
Liturgia de la Palabra: Escuchar y responder
Dios nos habla a través de las lecturas, textos de la Sagrada Escritura. Nosotros le respondemos con el Salmo, el Aleluya, el Credo y la oración de los fieles. La homilía, cuando la hay, es muy importante: ahí recibimos luz para nuestra vida diaria, con la ayuda del Ministro Ordenado, para entender más y poder aplicar la Palabra de Dios a las diversas realidades de nuestro caminar. Si no entendemos lo que el Señor nos dice, que difícil será hacerlo vida!
Fomentar la participación litúrgica en la celebración comunitaria: Las Lecturas y el Salmo deben ser proclamados por distintas personas. Si observas que una misma persona asume todo, ofrece tu ayuda.
Leer con fidelidad y sobriedad: Cuando leas, no añadas frases como “Primera Lectura”, “Salmo responsorial” o “esta es la Palabra de Dios”. Limítate a decir: “Palabra de Dios”. (Lo que está en rojo no se lee). La respuesta a las lecturas es “te alabamos Señor”
No recitar el Aleluya: El Aleluya es un canto. Si no se canta, puede omitirse. No lo recites por cuenta propia.
No “persignarse” ante la proclamación del Evangelio: Haz la señal de la cruz en la frente, en los labios y en el pecho cuando el sacerdote diga: “Lectura del santo Evangelio…”, en silencio y solo responde la invitación del Ministro “Gloria a ti, Señor” al inicio; acabado el Evangelio el Ministro enuncia “Palabra del Señor”, responde “Gloria a ti, Señor Jesús”.
En el Credo, si es dialogado, responder en singular: Cuando el sacerdote pregunta: “¿Creen en Dios…?”, responde: “Sí, creo”. La fe es personal, y así debe expresarse, los fieles sumándose forman el cuerpo, no es algo masivo, es la suma de los miembros, quienes formamos el cuerpo de la Iglesia y hacemos comunión, nos personaliza. Si el Credo es recitado por todos, busquemos” hacerlo al mismo ritmo”, a una sola voz.
Guardar silencio durante la Consagración es parte del respeto que se debe guardar durante la Misa. Foto: Luis Aldana.
Liturgia Eucarística: El corazón de la Misa
Presentamos nuestras ofrendas para el gran Banquete Eucarístico, escuchamos y participamos de la Plegaria Eucarística y nos unimos en el momento central: la Consagración: Jesús se hace presente en el Sacrificio del Altar.
No te adelantarse al momento de levantarse: Evita ponerte de pie antes de tiempo en la presentación de los dones. Espera a que lo indique, de alguna manera, el sacerdote celebrante.
Arrodillarse en el momento indicado: Tras el “Santo”, espera a que el sacerdote imponga las manos sobre las ofrendas del pan y del vino para arrodillarte con todos. Este es el inicio de la Consagración.
Permanece de pie si no puedes arrodillarte: Durante la Consagración, no te sientes. Si tienes dificultad para arrodillarte, permanece de pie con respeto.
Guardar silencio durante la Consagración y contempla el misterio de amor : Evita decir frases en voz alta como “Señor mío y Dios mío”, ya que puede distraer a otros.
No recitar las partes del sacerdote: La doxología “Por Cristo, con Él y en Él…” es propia del celebrante. Escúchala con atención, pero no la recites, únete al acabar diciendo “Amén”.
Recibir la Comunión es el momento de recibir lo sagrado, el alimento para la vida; Cristo, el cordero inmolado, pan de vida eterna, “nos divinizamos con Él”. Se necesita preparación interior y un corazón limpio. Si no se puede comulgar sacramentalmente, siempre se puede hacer una Comunión espiritual. No podemos recibir la comunión si estamos en pecado mortal.
Dar la paz con discreción: Limita el saludo de paz a quienes están a tu lado. No camines por el templo para saludar o dar el pésame.
Comulgar sólo si se está preparado: La Comunión exige preparación: ayuno eucarístico de al menos una hora y ausencia de pecado grave. Si no puedes comulgar, haz una Comunión espiritual.
Respetar a todos los ministros de la Comunión: No te formes exclusivamente en la fila del sacerdote. Cristo está presente en la Eucaristía, sin importar quién la distribuya.
Hablar con el Señor después de comulgar: Evita conversar con otros tras recibir la Sagrada Comunión. Es un momento íntimo para hablar con Jesús, presente en ti.
Estar en silencio después de la Comunión: El canto debe concluir con la última persona que comulga. Luego, se debe guardar silencio para orar interiormente.
Rito de conclusión: Salimos a vivir lo que celebramos
Con la bendición final, se nos envía al mundo a vivir la fe, a compartir lo recibido y a ser testigos del amor de Dios en cada espacio de la vida cotidiana.
No te vayas antes de la bendición: Déjate enviar al mundo con un propósito nuevo, inspirado por Dios.
Sal diferente a como llegaste: Más lleno de Cristo, con propósito y alegría.
La participación consciente y activa en la liturgia es como una gran sinfonía: cada persona, como un músico con su instrumento, aporta lo suyo. Cuando todos se integran con armonía, la comunidad entera entra en comunión y la celebración “suena” plenamente.
Estas sugerencias para asistir a Misa fueron sugeridas por el P. Salvador Barba, Liturgista de la Arquidiócesis de México y tomadas del libro Ir a Misa ¿para qué? Guía práctica para disfrutar la Misa, de Alejandra Ma. Sosa E.
Cynthia Fabila L.
Periodista con más de 20 años de trayectoria, titulada de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. A lo largo de su carrera ha colaborado en reconocidos medios nacionales como Milenio, El Gráfico de El Universal, Revista Alto Nivel y Desde la fe, entre otros. Su trabajo se ha enfocado en temas sociales, culturales y de interés humano, con un compromiso constante por informar con profundidad y sensibilidad.