La Iglesia Católica propone antes de la gran fiesta de Navidad, el 25 de diciembre, un tiempo de preparación espiritual de cuatro domingos. A este tiempo se le llama Adviento, que quiere decir “venida”.
Durante este tiempo litúrgico nos unimos a la Santísima Virgen María en su espera del Hijo Jesús, que ya lleva en su seno. Pero también expresamos nuestra propia espera, esperanza, de la segunda venida de Jesús.
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Como lo indica el color morado de la liturgia, nos preparamos en un ambiente de oración intensa, tanto litúrgica como personal, concretizada en la santa Misa, en la Corona de Adviento, en el Nacimiento y en las Posadas que son, ante todo, un novenario de oración que nos prepara a la alegría de la Navidad.
También vivimos el adviento mediante las buenas obras que en este tiempo navideño se nos facilitan por el ambiente de amor que se respira. Hacemos muchos regalos y enviamos tarjetas, muchos de ellos por compromiso, por cierto interés. Les quiero hacer las siguientes tres sugerencias, pero hay muchísimas más:
¿Por qué no dar un regalo a alguien a quien no estamos obligados a dar y que vemos que lo necesita, ya sea en lo material o en lo afectivo?
¿Por qué no enviar una tarjeta a alguien que no la espera, pero que se sentiría feliz de recibirla de nosotros?
¿Por qué no disponer de alguna pequeña cantidad de nuestro aguinaldo, ya tan repartido, para socorrer alguna necesidad sin ninguna obligación, simplemente porque deseamos ayudar?
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El ruido, el color, el brillo de la Navidad comercial nos impiden captar el mensaje de paz y recibir las bendiciones del cielo. ¿Cómo vivir el Adviento?
Hagamos de nuestro Adviento el tiempo de silencio interior propicio para comprender el maravilloso misterio de un Dios que se hace hombre, como la Virgen María que guardaba en su corazón lo sucedido en Belén.
De esta manera podemos dar a toda nuestra Navidad un sentido más espiritual para que la alegría sea realmente sincera, salida del corazón, y perdure más allá de esas fiestas navideñas.
El Adviento también nos lleva a reflexionar sobre nuestra propia espera. ¿Qué tipo de Mesías esperamos? Podemos decir que un Mesías que nos traiga los valores del Reino de Dios, pero ¿seríamos sinceros?
Si analizamos nuestras oraciones y lo que pedimos de ordinario a Dios, nos daremos cuenta de que también estamos en espera de un Mesías que nos saque de pobres y que nos llene de bienes meramente materiales. Respondamos sinceramente estas tres preguntas:
¡Pidamos, entonces, los bienes del espíritu que son los únicos que realmente nos hacen libres!
Adviento invita a abrir nuestra alma, tierra sedienta, al rocío que viene del cielo a fecundarla para que reverdezca con la vida de la gracia y florezca y de frutos en abundancia.
Los frutos de los dones del cielo son la paz y la alegría; esa alegría sincera que nos permitirá gozar plenamente de la Navidad en compañía de aquellos a los que amamos.
*El P. Sergio Román del Real es sacerdote de la Arquidiócesis Primada de México.
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