La Cuaresma para el cristiano es de algún modo estar con Cristo en el desierto y enfrentar con Él las tentaciones del enemigo. Quien se atrevió a tentar al mismo Hijo de Dios para desviarlo de su misión, no “se tocará el corazón” para hacernos caer en el pecado (del placer, del tener y del poder).
Leer: ¿Qué es la Cuaresma? Esto dice la Biblia
Para vencer sus embestidas hay que estar muy vigilantes (de aquí la palabra vigilia) y bien entrenados.
El Evangelio de Mateo nos habla de entrenarnos en la oración, el ayuno y la limosna (cf. Mt 6,1-6.16-18), y la Iglesia, desde antiguo, nos propone tres tipos de ejercicios de Piedad (oración), Penitencia (ayuno) y Caridad (limosna), que nos mantendrán “en forma” y que podemos (y debemos) practicar con más energía durante la Cuaresma. De su ejercicio depende que Cristo venza en ti, que su fuerza arrolladora actúe con eficacia en tu vida. La medida e intensidad del ejercicio dependerá de tu estado de vida, edad y salud actual; pero también, y sobre todo, de tu generosidad.
No pienses que la Cuaresma se reduce al ayuno del Miércoles de Ceniza y a la abstinencia de carne los viernes, o que basta con que dejes de comer algo que te gusta; no, la gama de ejercicios que puedes practicar es mucho más amplia y va en tres direcciones: con respecto a Dios (ejercicios de piedad), en relación a ti mismo (ejercicios de penitencia) y en relación a los demás (ejercicios de caridad). Me gustaría desarrollar detalladamente cada uno de estos puntos, pero por ahora quisiera que los conocieras y te los presento casi a modo de lista, para que profundices en ellos y saques propósitos concretos que manifiesten tus auténticos deseos de conversión.
La piedad es la virtud de ser buen hijo con su padre. Con respecto a Dios se refiere a todas las cosas que hacemos para relacionarnos con Él como buenos hijos, y abarca: a) la oración, b) la formación y c) la recepción de los Sacramentos. Ya sabemos que hay oración mental y vocal.
La mental (también llamada meditación) es el diálogo íntimo con Dios, en el que tratamos de comprender “el por qué y el cómo de la vida cristiana para adherirnos y responder a lo que el Señor nos pide” (CEC 2705); lo cual se puede hacer en la Lectio divina o en la lectura reflexiva de un texto “sagrado” (o espiritual).
La oración vocal es cuando, “por medio de palabras mentales o vocales, nuestra oración toma cuerpo” (CEC 2700); por ejemplo, en el rezo de la Liturgia de las horas, el Rosario, la Coronilla de la Misericordia, el Viacrucis y la adoración al Santísimo, en la que pedimos, alabamos, agradecemos y glorificamos.
La formación, puede ser personal o grupal. Lectura espiritual del Catecismo, del Magisterio, de la vida y escritos de los santos, etc., los retiros, los círculos de reflexión, los ejercicios espirituales…
La recepción de los sacramentos, cuya gracia nos santifica, y que recibidos con la mejor disposición posible de nuestra parte, constituyen actos de piedad por excelencia (Ej. La Confesión, Santa Misa – Comunión).
Aquí entran todos los ejercicios que hacemos para dominar nuestros sentidos externos (vista, oído, gusto, tacto, olfato) e internos (memoria, imaginación).
Hoy, más que antes, se requiere una decisión determinante para dominarse ante los medios de comunicación visual; batalla decisiva si queremos vencer con Cristo. Aprovechemos la Cuaresma para buscar el autodominio y eliminar las tentaciones.
Se añade a esto la cantidad de ruidos y voces externas a las que es preciso renunciar para poder elevar el espíritu a las realidades sobrenaturales.
Hay que trabajar muy duro en los gustos del paladar, para lo que nos ayudará el ayuno y la abstinencia, cuidando no caer en la materialidad superficial de quien se priva de algún gusto en este tiempo, pero no por motivos religiosos, sino de conveniencia y vanidad. El dominio de mi lengua (de mis palabras) puede ser una buena penitencia, sabiendo además que es un excelente acto de caridad.
En fin, cada uno tendría que ser creativo para hacer muchas y continuas penitencias, pero pasando desapercibido, como quien no hace nada. La auténtica virtud siempre pasa como algo natural, como algo que “se nos da”.
Se pueden resumir en las obras de misericordia, las siete corporales:
Y las siete espirituales:
En otras palabras compartir lo que tengo y lo que soy.
Cuánto bien nos haría meditar en cada una de estas obras de misericordia y concretar para practicarlas en serio.
La Cuaresma es una magnífica oportunidad para manifestarle a Cristo nuestra adhesión y amor. Acompañemos a Jesús, en estos momentos en los que es llevado por el Espíritu al desierto para prepararse a redimirnos; estemos con Él, oremos con Él al Padre, suframos las tentaciones con Él y con Él venzamos al demonio. Así, tendrá más sentido mi Cuaresma, Él “será más en mí”, caminaré hacia aquello de san Pablo: “ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”; de modo que pueda celebrar, al final de la Cuaresma, la mejor Pascua de mi vida.
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