De acuerdo con el Diccionario Oxford de la Música, el canto gregoriano o llano se desarrolló durante los primeros siglos del cristianismo, posiblemente influido por la sinagoga judía y, con certeza, por el sistema modal griego.
Al final del siglo IV, San Ambrosio, Obispo de Milán, para evitar la confusión entre la música sacra de la cristiandad, fijó cuatro escalas que se deberían usar. San Gregorio, al finalizar ese siglo, puso mayor orden en el repertorio, revisó nuevamente la liturgia musical, añadió otras cuatro escalas o modos de interpretación, y modificó el repertorio existente. Estas reformas se llevaron al cabo durante el pontificado del Papa Gregorio.
Una de las diferencias entre el canto ambrosiano y el gregoriano es que este último usa en forma más uniforme el principio de “la dominante” que corresponde a cuestiones técnicas, además de que los cantos ambrosianos no tenían medición, eran más libre, a diferencia de los cantos gregorianos.
En el siglo VIII, Carlomagno tuvo mayor influencia en la música sacra e invitó a su corte de Aquisgrán a varios cantantes romanos y con ellos fundó una escuela de canto e inspeccionó personalmente su funcionamiento, con lo que se mejoró la estructura musical y tuvo mayor difusión en Europa. El auge musical de este género duró con todo esplendor hasta el año 1000, luego comenzó a decaer.
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En el siglo XVI se intentó hacer una nueva reforma musical pero no fue exitosa, y se encargó al célebre compositor Palestrina, autor de varias Misas, que revisara el canto llano del gradual, del antifonario y del salterio, pero este destacado músico falleció poco después de haber aceptado esta misión.
Ya para el siglo XVIII imperó la moda de agregar a la melodía notas de adorno incluyendo algunas partituras clásicas del canto llano.
En el siglo XIX hubo un nuevo intento de reforma musical sacra y aparecieron algunas ediciones en la Universidad de Ratisbona, en Alemania, que recibió algunos privilegios pontificales como fue el caso de San Pío X que, en un Motus Proprio.
Durante el Concilio Ecuménico Vaticano II, también hubo anotaciones especiales sobre la liturgia, incluyendo la parte musical.
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