El tema del perdón despierta siempre mucho interés porque a todos nos ha pasado que alguien nos ha hecho algo que nos ha lastimado. Todos nos hemos sentido alguna vez defraudados, traicionados, malinterpretados, incomprendidos. Y mientras más cercana es nuestra relación con alguien, más posibilidades hay de que surjan roces y enojos.
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En familia sucede con mayor frecuencia. Es que fuera de casa nos esforzarnos por ser amables, proyectamos una imagen agradable, pero en el hogar nos sentimos ‘en confianza’ para ser ‘nosotros mismos’ y decir o hacer lo que sea, sin preocuparnos si herimos a los demás. Y cuando surgen los problemas y las desavenencias no siempre sabemos manejarlas.
Cuántos matrimonios se han roto porque tras una discusión acudieron al nefasto ‘divorcio express’ sin pensarlo dos veces, sin querer ceder y reconocer que no habían dejado de amarse y que lo único que necesitaban era perdonarse.
Cuántas familias se han desintegrado porque los hermanos permitieron que entre ellos se acumularan demasiados agravios que calificaron de ‘imperdonables’, y se dejaron de hablar, de ver, de querer.
Cuántos parientes han sido para siempre desterrados de toda reunión familiar pues no se les perdonó alguna tontería que dijeron, un error que cometieron y nunca los volvieron a invitar.
Cuántos niños crecen en hogares divididos, entre pleitos y rencor, sin aprender de nadie a perdonar ni a pedir perdón.
En este Mes de la Familia, preguntémonos cómo es nuestra relación con aquellos con quienes convivimos diario. ¿Sabemos perdonar si cometen una falta, si nos ofenden, si hacen algo que realmente nos duele?
La familia es nuestra primera escuela. En ella podemos aprender a vivir en la violencia y el rencor o en la paz y el perdón. Un aprendizaje que no sólo pondremos en práctica al interior de nuestra casa, sino que llevaremos a los distintos ambientes en que desarrollemos nuestras actividades cotidianas.
Si en casa nos acostumbramos a perdonar, no sólo construiremos una buena relación familiar, sino proyectaremos eso hacia afuera y edificaremos una mejor sociedad. De ahí que sea muy importante aprender a perdonar.
Vivimos en una sociedad en la que impera la violencia, en la que todos los días nos enteramos de que alguien ha cometido algo atroz. Y nos preguntamos, ¿cómo es posible que llegara a tal extremo? Si conociéramos su historia veríamos que en el origen suele estar un corazón lastimado que se llenó de rencor.
¿Existe solución? Sí. ¿Cuál? El perdón. Dice la Biblia que cuando todo era oscuridad y caos, Dios creó la luz. (ver Gen 1,1-5). Y Jesús dijo: “Yo soy la Luz del mundo, el que me siga no caminará en tinieblas” (Jn 8,12). Y lo que Aquel que es la Luz nos pide para derrotar la tiniebla que nos rodea, es amar y perdonar.
Mucha gente quiere perdonar pero no sabe cómo. Mi libro Por los Caminos del Perdón, explica qué es y qué no es el perdón; por qué perdonar; qué obstáculos vencer y qué pasos dar.
La Arquidiócesis Primada de México celebra todo marzo el Mes de la Familia, aquí puedes consultar el calendario de actividades, que incluye conferencias y talleres en línea.
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