En los últimos años, la psicóloga Adriana Mejía ha notado entre muchos de los jóvenes con los que ha trabajado una tendencia muy preocupante: algunos trastornos mentales, especialmente la depresión y la ansiedad, han dejado de ser vistos como una enfermedad que debe tratarse.
En entrevista con Desde la fe, la psicóloga que durante años formó parte del grupo juvenil de la Parroquia de Santos de América, en la Ciudad de México, alertó que son tantos los jóvenes que viven en depresión que incluso se ha comenzado a normalizar, como si fuera una característica más de la personalidad.
“Incluso se vive como algo padre, como si fuera algo ‘cool’. Porque muchos jóvenes lo padecen y cuando muchos lo tienen esto se populariza y hasta se hacen bromas al respecto”.
“Entienden la depresión como un vínculo entre jóvenes que precisamente buscan dónde pertenecer”.
Lo que esto provoca, agregó, es que ya no hay cabida para para aspirar algo diferente y sobre todo para permitir la entrada de Dios a su vida.
“Una vez, platicando con un chico, me decía ‘es que todos tenemos algo ¿no? O sea, todos tenemos depresión o ansiedad o nos cortamos’, refiriéndose a estas prácticas de autolesiones”.
“Lo decía justamente en este sentido de ‘así estamos todos, ¿no?’ Y bueno, pareciera que es lo normal, o sea, ya no es una enfermedad que hay que quitar, que hay que sanar y se convierte en algo con lo que hay que vivir”.
Así, explicó, los jóvenes le restan contenido y la connotación negativa a una enfermedad que debe ser tratada profesionalmente y, por lo mismo, tampoco necesitan a Dios.
“Si no necesitan buscar una solución, por lo tanto no se necesita tampoco a Dios, que les puede ofrecer otro tipo de vida, la verdadera vida, no hay ese camino”.
Después de muchos años de participar durante su adolescencia y juventud en el grupo juvenil de la parroquia, Adriana, psicóloga de profesión con estudios de maestría en terapia familiar sistémica y diplomada en psicoterapia de la reconciliación, ha querido regresar a apoyar a los muchachos desde su experiencia como psicóloga y terapeuta.
“Si hablamos de todos los riesgos que implica normalizar la ansiedad y la depresión, pues hay que hablar también de la prevención, y de las soluciones que van en distintas áreas, desde lo familiar, lo social, lo médico y nosotros como Iglesia”.
“Desde nuestra labor como Iglesia es muy importante acercarnos a los jóvenes, ir a ellos, no esperar a que lleguen. De hecho, mi esposo me daba este ejemplo, los apóstoles no fueron a Jesús (..) Él los sacó de sus lugares ‘cool’ no para mostrarles la Verdadera Vida”.
Aseguró que el testimonio de los miembros de la Iglesia es fundamental para acercarse a los jóvenes.
“Nosotros somos la Iglesia, esta sal, luz del mundo (…) imagínate si desde nuestro testimonio nos acercamos a los jóvenes para mostrar al Dios que salva, perdona, transforma las vidas”.
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