Santa Apolonia, mártir del siglo III durante la persecución que emprendió el emperador Decio, es patrona de los dentistas porque fue torturada extrayéndole todos los dientes en medio de espantosos dolores. Pero, aun así, sus verdugos no lograron que ella renegara de su fe en Cristo.
Ella vivió en Alejandría, Egipto, donde el Evangelio comenzó a ser predicado por el apóstol Marcos, y el cristianismo surgió con tal fuerza, que llegó a convertirse en uno de los cinco patriarcados iniciales de la Iglesia.
Se sabe que ella era hija de un funcionario de la ciudad, que nació en el año 200 y como aún no ocurría el incendio de la biblioteca de Alejandría, su familia, que era culta, tuvo acceso a obras de los grandes filósofos de la antigüedad.
La madre de Apolonia era cristiana, así que Apolonia fue educada en la fe desde pequeña, y era especialmente mariana. Santa Apolonia posiblemente era diaconiza al servicio de la Iglesia; es decir, auxiliaba a los presbíteros en la atención de los pobres y viudas.
En el año 249 hubo una revuelta en Alejandría, y ella injustamente fue acusada de haber promovido ese levantamiento, así que fue apresada. El Obispo local, que era Dionisio, relató en una carta dirigida al Obispo de Antioquía, llamado Fabio, los sufrimientos y heroísmo de sus feligreses, y por este documento que retoma el historiador Eusebio, se conoce algo de la historia de esta santa y otros dos mártires más que murieron el mismo día, llamados Metras y Quinta.
Como los verdugos de Apolonia no consiguieron su objetivo de alejarla de la fe, después de sacarle los dientes encendieron una hoguera y la amenazaron con quemarla viva; sin embargo, de acuerdo con dicha carta, ella “saltó rápidamente en el fuego quemándose hasta la muerte”.
Con tal acto de valor, Apolonia demostró que no estaba dispuesta a adorar a los dioses paganos y que tenía una profunda fe en Cristo y en la vida eterna.
Por lo ocurrido en su martirio, desde la Edad Media santa Apolonia comenzó a ser invocada contra el dolor de muelas y por eso se convirtió en patrona de los dentistas u odontólogos.
La Iglesia la recuerda el 9 de febrero, y en el arte sacro es representada con unas tenazas en la mano, un diente y la palma del martirio.
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