Este 9 de enero, el Cardenal Carlos Aguiar Retes cumple 70 años, y para celebrarlo te mostramos estos aspectos interesantes de su vida.
Estos rasgos curiosos de su personalidad podrían ayudarte a conocer un poco más a quien hoy dirige la Arquidiócesis Primada de México.
De niño jugaba en un equipo de liga infantil de Nayarit; pero no sólo era apasionado en la cancha, sino que en casa acomodaba sus muñecos en las distintas posiciones, y los ponía a jugar mientras él se convertía en el gran cronista del encuentro.
Doña Laura, su abuelita, le infundió un gran amor por la religión. Y él amaba tanto a su abuelita que quería estudiar Medicina para que ella “nunca se muriera”. Cuando doña Laura murió, supo que quería ser sacerdote.
El 5 de octubre de 1961 ingresó al Seminario Menor de Tepic junto con Francisco Ortega Robles, actual Arzobispo de Guadalajara, y Mario Espinosa, hoy al frente de la Diócesis de Mazatlán.
Si bien en Roma aprendió el italiano, ya había aprendido bien el inglés y el francés. Este último lo aprendió en un año de manera autodidacta, mediante un método que consistía en hacer una lección diaria durante los 365 días del año. Ni un día dejó de hacer su lección.
Cuando era seminarista, recibió una motocicleta como regalo familiar, y disfrutaba tanto andar en ella que cuando le encomendaron atender la Misa en Catedral para comerciantes, él tomó gustoso el encargo. No le importaba que ésta se celebrara a las 4:30 de la mañana y que tuviera que levantarse a las 3:45. Ni el llegar con la nariz helada ni los accidentes que tuvo por la falta de luz le quitaron el gusto a Carlos Aguiar.
Antes de tomar la decisión definitiva de la ordenación, tuvo una fuerte crisis, pues veía una gran brecha entre lo que la Iglesia vivía y lo que estaba llamada a ser. Finalmente, decidió ordenarse, pues consideró que desde el sacerdocio podía ayudar a que esa brecha fuera cada vez menor.
La precaria construcción contaba además con un gran patio de tierra. Él se propuso mejorar las condiciones del recinto, para lo cual recibió la ayuda de su mamá y sus hermanas, quienes conseguían ropa usada e instalaban un bazar todos los domingos; de ahí obtuvieron recursos para darle presencia a la capilla y hasta para construir el salón parroquial.
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