San Antonio Abad nació en el Egipto Medio entre los años 250 y 260, y a los 20 años, después de escuchar en un templo las palabras evangélicas: “si quieres ser perfecto, anda, vende cuanto tienes y sígueme” (Lc. 18-22), y así lo hizo; primero se retiró a una tumba situada entre rocas, luego a un castillo ruinoso y abandonado en el desierto y finalmente a una montaña situada cerca del Mar Rojo.
Cuenta la leyenda que desde que empezó a vivir como ermitaño en busca de la santidad, un puerco se le unió y hacia ruidos espantosos cuando él oraba con la intención de distraerlo. Era el demonio que le mostraba infinidad de tentaciones y que han sido reproducidos por artistas de todos los tiempos, incluyendo a Salvador Dalí.
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En la soledad encontró sabiduría, libró y superó varias luchas internas y se convirtió en ejemplo de otros ermitaños que llegaron a buscarlo para pedirle sus consejos. Así se hizo de varios discípulos que se reunieron en torno a él hacia el año 311, y juntos se fueron hacia Alejandría, en Egipto, para dar valor a varios cristianos encarcelados.
Posteriormente esta comunidad volvió al desierto y a partir de ese momento, hasta el propio emperador Constantino lo fue a buscar para platicar con él, además de varios obispos y sacerdotes.
A petición de su amigo Atanasio regresó a Alejandría hacia el año 337 para predicar contra la herejía de Arrio.
San Antonio Abad falleció hacia el año 355, a los 105 años de edad. Su sepultura fue encontrada en el año 561 y sus restos fueron llevados a Alejandría para preservarlos y en el 635 los trasladaron a Constantinopla; hacia el año mil fueron llevadas a Francia y desde el año 1491 se conservan en la iglesia de St-Julien, en Arles.
Fue conocido como Antonio el Grande, y siguiendo su ejemplo, miles de personas partieron al desierto para vivir en comunidades de ermitas. Sin embargo, San Antonio no fundó ninguna orden y como Regla se utilizaron sus enseñanzas que fueron recopiladas por su amigo Atanasio, quien también escribió su biografía hacia el año 360. También se han conservado algunas cartas suyas.
San Antonio fue venerado especialmente entre los siglos XIV y XVIII en occidente, aunque ya desde el siglo V había pruebas documentadas de su culto.
San Antonio es representado en el arte sacro como un anciano ermitaño con bastón, en lucha con los demonios, con un libro en la mano, con la Cruz de San Antonio como muleta, y es patrón de los animales domésticos, de los porqueros y carniceros, los cesteros, los tejedores, los pasteleros, los enterradores contra la peste y las enfermedades.
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