10 cosas que un exorcista jamás debe hacer, según la Iglesia

La Asociación Internacional de Exorcistas publicó una guía (AIE, enero 2025) en la cual ofrecen diez observaciones sobre acciones censurables que, lejos de ofrecer un servicio al cuerpo herido de Cristo, “aumentan el sufrimiento y provocan desorientación”.

Al sintetizar un decálogo de errores graves, señalan tanto a laicos como a sacerdotes la importancia de aplicar correctamente el exorcismo. Este exige al menos dos condiciones fundamentales: una concreta formación y el mandato de la autoridad eclesiástica.

Tras señalar que el ministerio del exorcismo es una de las formas de aplicación de las obras de misericordia contra la acción extraordinaria del Maligno, denuncian actitudes que no corresponden a un ejercicio correcto de esa delicada responsabilidad.

En tal sentido, estiman deseable que los fieles (clérigos, consagrados y laicos) conozcan tales observaciones “para evitar actitudes y modos que no corresponden a la auténtica actuación de Cristo Señor, modelo para cualquier ejercicio del ministerio de liberación”.

10 prácticas graves en el exorcismo

Desde la asociación, condenan que el exorcismo lo ejerzan personas sin preparación específica en la materia, o que teniéndola no cuenten con el mandato del Ordinario competente.

Reiteran que “el discernimiento definitivo sobre una real acción demoníaca extraordinaria compete a quien goza de la necesaria formación y actúa con el mandato de la autoridad eclesiástica”.

Señalan que “se administra siempre en nombre y representación de la Iglesia”, por lo que “el exorcista actúa como ministro de Cristo” y de ella. De modo que, el exorcista “deberá rehuir toda forma de protagonismo”.

En concreto, la Asociación Internacional de Exorcistas expone 10 situaciones “censurables” en la realización de un exorcismo:

1. Improvisación y sensacionalismo.
2. No centralidad en el Evangelio.
3. Discernimiento negligente.
4. Prácticas supersticiosas.
5. Participación de figuras inadecuadas.
6. Exclusión de ciencias médicas y psicológicas.
7. Afirmaciones temerarias y dañinas.
8. Atribución a maleficios.
9. Sanación intergeneracional.
10. Destierro del miedo.

1.- Desaprobación de la improvisación y el sensacionalismo

Se reprueba la actitud de quienes “careciendo de formación adecuada y de mandato episcopal, en lugar de remitir los casos de posible acción extraordinaria del Maligno a quien ha recibido un peculiar y expreso mandato del Obispo diocesano, emprenden caminos arbitrarios de liberación, no autorizados”.

Más grave aún, señala la nota, es cuando disuaden a buscar “exorcistas ‘más poderosos’ o para sostener la idea de una presencia demoníaca que ellos identifican erróneamente”.

2. Centralidad del Evangelio

Consideran deplorable que algunos, “en lugar de proclamar el Evangelio de Jesucristo que libera al hombre de la esclavitud del mal y del pecado, centren su atención exclusivamente en la presencia y la obra del demonio”.

Reiteran la necesidad de acompañar las acciones con “una vida de caridad, alimentada por la Palabra de Dios, la oración, la frecuencia de los sacramentos de la Eucaristía y la Confesión, y de una auténtica devoción a la Virgen Inmaculada”.

3. Discernimiento negligente

Condenan el descuido en el “discernimiento serio y riguroso” prescrito. Y el hecho de que se apele a “criterios ajenos a la fe católica, avalando conceptos de origen esotérico o new age”, un enfoque “inaceptable y contrario a la fe y la doctrina de la Iglesia”.

4. Prácticas supersticiosas, uso impropio de res sacrae

Censuran el uso de “procedimientos supersticiosos, pidiendo fotos o ropa para reconocer posibles maleficios, tocando determinados puntos del cuerpo de los fieles con el fin de ‘diagnosticar la presencia de entidades malignas’ o para ‘expulsar la negatividad’, o sugiriendo un uso impropio de la res sacrae (agua, sal, aceite bendecido, etc.) a los que algunos denominan ‘exorcizados’. Son comportamientos errados”.

5.  Participación de figuras inadecuadas

Califican de inaceptable que tanto sacerdotes como agentes de pastoral “colaboren con quienes se consideran ‘sensitivos’ o presuntos carismáticos, dirigiendo hacia ellos a los fieles que sufren, en vez de ponerlos en contacto con quien ha recibido un peculiar y expreso mandato del Ordinario para ejercitar el Ministerio del exorcismo”.

6. Exclusión de las ciencias médicas y psicológicas

Recuerdan la importancia de consultar a personas expertas en medicina y psiquiatría: “No se puede, por tanto, excluir a priori la ayuda de las ciencias psicológicas y psiquiátricas, así como de otras disciplinas positivas, que en algunos casos pueden ayudar a comprender el origen de males no necesariamente de origen preternatural”.

7.  Afirmaciones temerarias y dañinas

Sostienen que “el ansia de querer a toda costa identificar una acción demoníaca extraordinaria como la causa desencadenante de una situación de sufrimiento, cuyo origen se desconoce, habiendo omitido un previo discernimiento serio, además de ser inútil, puede generar daños”.

8.  Maleficios

Aunque no niegan “la existencia real de la práctica del maleficio” y que un mal puede haberse originado por éste, advierten que “concentrarse en individuarlo y sentenciar a las personas diciendo que son víctimas de él, no sólo es inútil e irrelevante a efectos de la liberación, sino que puede resultar perjudicial para quien es víctima” alimentando sospechas doblemente dañinas.

En contraste, reiteran la importancia de “concentrar nuestra atención en los remedios de gracia ofrecidos por la Iglesia y en el camino cristiano a seguir”, recordando enseñar “la certeza de la fe de que Dios no abandona a su criatura en la prueba, sino que de alguna manera sufre con ella y al mismo tiempo la sostiene y la conforta”.

9. Sanación intergeneracional (sanación del árbol genealógico)

Advierten contra la “sanación intergeneracional”, una práctica que “no tiene fundamentos bíblicos ni teológicos”. ¿La razón? Hace daños a la fe y a las personas, e implica “consecuencias a nivel existencial”.

10.  Desterrar el miedo

Señalan que “el exorcista debe conducir a los fieles atormentados a recibir la paz que viene de Cristo. Para ello, él es el primero que debe estar habitado por esta paz, rechazando toda forma de miedo y educando a los que acompaña con su Ministerio a combatirlo”.

Agregan que el miedo, “cualquiera que sea la razón que lo provoque, cuando se cultiva, conduce al debilitamiento de la fe y a la pérdida de la confianza en Dios”. En efecto, sostienen que “el diablo se sirve de él para esclavizar al hombre” y que “un sacerdote que tuviese miedo del demonio en el ejercicio de su Ministerio o en su vida cotidiana no podría ejercer el Ministerio del exorcismo sin exponerse a graves peligros para su vida espiritual”.

“El exorcismo está impregnado de alegría”

Finalmente, destacan que la sucesiva cinematografía, “con la difusión de productos de dudosa moralidad, alimentan una insana curiosidad hacia lo preternatural; y esto se debe a menudo a una falta de equilibrio por parte de quienes, en cambio, deberían ser «modelos del rebaño» (1 Pe 5,3)”.

De hecho, contrario a la idea generalizada, el exorcismo “está impregnado de una profunda alegría: se es testigo auténtico de cuán poderosa es la acción de Cristo Resucitado, que ilumina las tinieblas más oscuras y libera del pecado más terrible”.

Además, “la intercesión de la Virgen Inmaculada, en primer lugar, de los Santos y Beatos del Cielo, de los Ángeles, fieles servidores del Altísimo, que se advierte durante los exorcismos, demuestran cuán disruptiva es la Comunión de los Santos”.

Sostienen que la principal tarea de un exorcista es “dar paz y esperanza, evitando cualquier gesto o comportamiento que cause confusión y alimente el miedo”. Por último, recuerdan que “así como el Señor Jesús no quiso eximirse de ser tentado, también ellos son sujetos de la acción ordinaria del Demonio, acción que no puede ser vencida sin una gran fe y una profunda humildad”.