Este 12 de octubre se cumplen años de que, en 1895, a la voz de “¡Viva la Virgen de Guadalupe!” por parte de obispos, sacerdotes y fieles en general, se llevó a cabo la Coronación Pontificia de la Morenita del Tepeyac, Reina de México y Emperatriz de América.
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Aquí te ofrecemos diez interesantes datos sobre este acontecimiento de gracia concedido a la Iglesia de nuestro país por Su Santidad León XIII, tras una petición hecha a la Santa Sede por la Conferencia del Episcopado Mexicano.
Colocar una corona a la Virgen María es un rito muy especial para los católicos, pues es reconocerla como Reina del Cielo y Madre nuestra. En este sentido, cuando es la figura del Papa quien concede llevar a cabo dicho acto, al rito se le conoce como Coronación Pontificia.
El primer intento de Coronación Pontificia de la Virgen de Guadalupe fue llevado a cabo en el siglo XVIII por el italiano Lorenzo Boturini, quien llegó a México en 1736. Sin embargo, éste fue expulsado de nuestro país por el Virrey Conde de Fuenclara y la iniciativa no llegó a su término.
Cien años más tarde, el Episcopado Mexicano pidió a Roma la autorización para coronar a Nuestra Señora de Guadalupe. Y el 8 de febrero de 1887 la petición fue concedida a la Iglesia de nuestro país por Su Santidad León XIII.
Finalmente, el 12 de octubre de 1895 se realizó la ceremonia de Coronación Pontificia del Sagrado Original de la Virgen de Guadalupe, luego de casi una década de intensos trabajos de restauración y embellecimiento del santuario, encabezados por el XVI Abad de la Colegiata de Guadalupe, don José Antonio Plancarte y Labastida.
Se cuenta que el día de la Coronación Pontificia, la ciudadanía se hallaba desbordada de alegría, y desde los balcones colgaban toda clases de pendones y estandartes de la Virgen; mientras que peregrinos de todas partes de la República llegaban constantemente al santuario.
De acuerdo con estimaciones, eran unas 10 mil personas las que, apretujadas, se hallaban presentes en el atrio durante el rito de Coronación; aunque sin poder mirar desde ahí la imagen, pues las Leyes de Reforma prohibían cualquier manifestación religiosa fuera de los templos.
Entre los invitados de honor se hallaban varios diplomáticos, así como un grupo de 28 indígenas de Cuautitlán, la tierra de Juan Diego, todos llevando en el pecho una imagen de la Virgen de Guadalupe.
Lo que la gente si pudo ver, fue la llegada al recinto de 11 arzobispos, 28 obispos y unos 100 presbíteros. Entre los presentes, estaban el arzobispo de Panamá; el de Quebec (Canadá); el de Cuba, Francisco Sáenz de Urtun, y el de Nueva York, Michael A. Corrigan.
El cortejo inició con la entrada de las coronas -ya que eran dos: una de oro y la otra de plata-, las cuales iban cargadas en andas de terciopelo carmesí. La corona de oro se había encargado a uno de los mejores orfebres de Europa, el francés Edgar Morgan, siguiendo el diseño de los mexicanos Rómulo Escudero y Salomé Pina.
La coronación fe llevada a cabo por el Arzobispo de México, don Próspero María Alarcón (sucesor de fray Juan de Zumárraga), quien iba acompañado por don José Ignacio Arciga, arzobispo de Michoacán (sucesor de Vasco de Quiroga)
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