Lecturas de la misa

Lecturas de la Misa y Evangelio del Domingo 19 de octubre 2025

Lecturas y Evangelio del 19 de octubre de 2025

  • Primera Lectura: Del libro del Éxodo: 17, 8-13
  • Salmo: Salmo 120
  • Segunda Lectura: De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 10, 9-18
  • Evangelio del día: Del santo Evangelio según san Lucas: 18, 1-8
  • Comentario al Evangelio

Primera lectura

Del libro del Éxodo: 17, 8-13

Cuando el pueblo de Israel caminaba a través del desierto, llegaron los amalecitas y lo atacaron en Refidim. Moisés dijo entonces a Josué: “Elige algunos hombres y sal a combatir a los amalecitas. Mañana, yo me colocaré en lo alto del monte con la vara de Dios en mi mano”.

Josué cumplió las órdenes de Moisés y salió a pelear contra los amalecitas. Moisés, Aarón y Jur subieron a la cumbre del monte, y sucedió que, cuando Moisés tenía las manos en alto, dominaba Israel, pero cuando las bajaba, Amalec dominaba.

Como Moisés se cansó, Aarón y Jur lo hicieron sentar sobre una piedra, y colocándose a su lado, le sostenían los brazos. Así, Moisés pudo mantener en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a los amalecitas y acabó con ellos.

Palabra de Dios.

Salmo

/R/ El auxilio me viene del Señor.

La mirada dirijo hacia la altura 
de donde ha de venirme todo auxilio. 
El auxilio me viene del Señor, 
que hizo el cielo y la tierra. /R/

No dejará que des un paso en falso, 
pues es tu guardián y nunca duerme. 
No, jamás se dormirá o descuidará 
el guardián de Israel. /R/

El Señor te protege y te da sombra, 
está siempre a tu lado. 
No te hará daño el sol durante el día 
ni la luna, de noche. /R/

Te guardará el Señor en los peligros 
y cuidará tu vida; 
protegerá tus ires y venires, 
ahora y para siempre. /R/

Segunda lectura

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 10, 9-18

Hermanos: Basta que cada uno declare con su boca que Jesús es el Señor y que crea en su corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, para que pueda salvarse. 

En efecto, hay que creer con el corazón para alcanzar la santidad y declarar con la boca para alcanzar la salvación. Por eso dice la Escritura: Ninguno que crea en él quedará defraudado, porque no existe diferencia entre judío y no judío, ya que uno mismo es el Señor de todos, espléndido con todos los que lo invocan, pues todo el que invoque al Señor como a su Dios, será salvado por él.

Ahora bien, ¿cómo van a invocar al Señor, si no creen en él? ¿Y cómo van a creer en él, si no han oído hablar de él? ¿Y cómo van a oír hablar de él, si no hay nadie que se lo anuncie? ¿Y cómo va a haber quienes lo anuncien, si no son enviados? Por eso dice la Escritura: ¡Qué hermoso es ver correr sobre los montes al mensajero que trae buenas noticias!

Sin embargo, no todos han creído en el Evangelio. Ya lo dijo Isaías: Señor, ¿quién ha creído en nuestra predicación? Por lo tanto, la fe viene de la predicación y la predicación consiste en anunciar la palabra de Cristo.

Entonces yo pregunto: ¿Acaso no habrán oído la predicación? ¡Claro que la han oído!, pues la Escritura dice: La voz de los mensajeros ha resonado en todo el mundo y sus palabras han llegado hasta el último rincón de la tierra.

Palabra de Dios.

Evangelio

Del santo Evangelio según san Lucas: 18, 1-8

En aquel tiempo, para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, Jesús les propuso esta parábola:

“En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Vivía en aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para decirle: ‘Hazme justicia contra mi adversario’.

Por mucho tiempo, el juez no le hizo caso, pero después se dijo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda, voy a hacerle justicia para que no me siga molestando’”.

Dicho esto, Jesús comentó: “Si así pensaba el juez injusto, ¿creen acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen que encontrará fe sobre la tierra?”.

Palabra del Señor.

Comentario al Evangelio

La insistencia de la oración

En este Evangelio, Jesús nos presenta la parábola del juez injusto y la viuda insistente. Una mujer indefensa logra que un juez, que ni teme a Dios ni respeta a nadie, le haga justicia… simplemente porque no deja de insistir. Jesús utiliza esta imagen para hablarnos de la importancia de orar con constancia, sin desanimarnos. Pero al final, lanza una pregunta provocadora: “¿Encontrará fe sobre la tierra?”

Este pasaje es profundamente confrontador. Vivimos en un tiempo donde la fe se va diluyendo en muchos corazones, donde la oración es vista como una pérdida de tiempo frente a la eficiencia del mundo. Pero Jesús nos enseña que la oración no es una opción para los momentos de emergencia; es la expresión de una fe viva y una relación constante con Dios. San Juan María Vianney decía: “La oración es para el alma lo que la lluvia para la tierra. Fertiliza. Todo se marchita sin ella.”

La viuda de la parábola no se rinde. Representa a todos aquellos que no se cansan de pedir justicia, de luchar por lo correcto, de clamar a Dios en medio de la adversidad. Es símbolo de los padres que oran por sus hijos que se han alejado, de los enfermos que claman por sanación, de los pueblos que sufren la opresión y siguen esperando. Su perseverancia no es pasividad, es resistencia activa.

Hoy, cuando tantas personas abandonan la oración porque “no ven resultados”, Jesús nos llama a orar con fe, no con magia. Orar no es imponerle a Dios nuestra voluntad, sino unirnos a la suya. San Agustín lo expresó así: “La oración es el encuentro del deseo de Dios con el deseo del hombre.”

Y sin embargo, la pregunta final de Jesús queda abierta y nos sacude: ¿Encontrará fe? ¿Encontrará en ti y en mí una fe viva, perseverante, que no se rinde ante el silencio ni el cansancio? ¿O una fe débil, intermitente, que sólo busca a Dios cuando hay urgencia?

En una cultura que exige inmediatez, Jesús nos propone la fidelidad. No oramos porque todo esté bien, oramos para que, aun cuando todo esté mal, no perdamos la esperanza.

La fe verdadera no se mide por palabras bonitas, sino por la capacidad de seguir confiando, incluso cuando no entendemos. Como dijo Santa Teresa de Jesús: “Nada te turbe, nada te espante; todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza.”

Entonces, ¿seguirás insistiendo ante el silencio, o abandonarás tu fe cuando no veas respuesta?
El que persevera, alcanza… y el que ora, nunca camina solo.

DLF Redacción

La redacción de Desde la fe está compuesta por sacerdotes y periodistas laicos especializados en diferentes materias como Filosofía, Teología, Espiritualidad, Derecho Canónico, Sagradas Escrituras, Historia de la Iglesia, Religiosidad Popular, Eclesiología, Humanidades, Pastoral y muchas otras. Desde hace 25 años, sacerdotes y laicos han trabajado de la mano en esta redacción para ofrecer los mejores contenidos a sus lectores.

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