La voz del Papa

¿Por qué la soberbia es la reina de los pecados? El Papa lo explica

El pecado de la soberbia, aseguró el Papa Francisco, es la reina de todos los pecados, porque quien incurre en él, cree ser mucho más que lo que es en realidad e incluso llega a tener la absurda pretensión de ser como Dios.

Al continuar con su catequesis sobre los vicios y virtudes, el Papa Francisco señaló que el pecado de la soberbia está muy cerca del de la vanagloria, pero este es solo una enfermedad del “yo humano” y se trata de una enfermedad infantil en comparación con los estragos que puede causar la soberbia.

“De todos los vicios, la soberbia es la gran reina. No es casualidad que, en la Divina Comedia, Dante lo sitúe en el primer círculo del purgatorio: quien cede a este vicio está lejos de Dios, y la enmienda de este mal requiere tiempo y esfuerzo, más que cualquier otra batalla a la que esté llamado el cristiano”, aseveró el Santo Padre.

Quien cae en el pecado de la soberbia desprecia a los demás

En la catequesis preparada por el Papa Francisco y con la que concluyó sus reflexiones sobre los vicios y virtudes, leída por monseñor Filippo Ciampanelli, oficial de la Secretaría de Estado, subrayó que en el mal de la soberbia “se esconde el pecado radical, la absurda pretensión de ser como Dios”.

En este sentido, el Obispo de Roma subrayó que “el soberbio es aquel que cree ser mucho más de lo que es en realidad; aquel que se estremece por ser reconocido como superior a los demás; aquel que siempre quiere ver reconocidos sus propios méritos y desprecia a los demás considerándolos inferiores”.

Así, aseveró que las repercusiones de quien incurre en el pecado de la soberbia se dan en la vida de todos los días, ya que arruina las relaciones humanas y envenena ese sentimiento de fraternidad que debería unir a los hombres.

El Papa señala los síntomas de quien ha caído en el pecado de la soberbia

En el marco de la Audiencia General del 6 de marzo de 2024 que se llevó a cabo en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco detalló “la larga lista de síntomas que revelan que una persona ha sucumbido al vicio o pecado de la soberbia”, a la que definió como un mal con un aspecto físico evidente.

  1. El hombre orgulloso es altivo, tiene una “dura cerviz”, es decir, tiene el cuello rígido que no se dobla.
  2. Es un hombre que con facilidad juzga despreciativamente: por una nadería, emite juicios irrevocables sobre los demás, que le parecen irremediablemente ineptos e incapaces.
  3. En su arrogancia, olvida que Jesús en los Evangelios nos dio muy pocos preceptos morales, pero en uno de ellos fue inflexible: no juzgar nunca.
  4. Si le haces una pequeña crítica constructiva, o un comentario totalmente inofensivo, reacciona de forma exagerada, como si alguien hubiera ofendido su majestad: monta en cólera, grita, rompe relaciones con los demás de forma resentida.

¿Cómo puede salvarse de la soberbia? Esto dice el Papa

Al referirse a la manera en cómo se puede salvar a quien que ha caído en este pecado, el Papa Francisco subrayó que poco se puede hacer con una persona enferma de soberbia.

“Es imposible hablar con ella, y mucho menos corregirla, porque en el fondo ya no está presente a sí misma. Sólo hay que tenerle paciencia, porque un día su edificio se derrumbará. Un proverbio italiano dice: ‘La soberbia va a caballo y vuelve a pie’”, aseguró.

“La salvación”, continuó Su Santidad, “pasa por la humildad, verdadero remedio para todo acto de soberbia. En el Magnificat María canta a Dios que dispersa con su poder a los soberbios en los pensamientos enfermos de sus corazones. Es inútil robarle algo a Dios, como esperan hacer los soberbios, porque al final Él quiere regalarnos todo”.

La soberbia atrapó al apóstol Pedro

Luego de llamar a todos los fieles a aprovechar la Cuaresma para luchar contra nuestra soberbia, el Papa Francisco recordó que en los Evangelios, Jesús trata con muchas personas orgullosas, y a menudo fue a desenterrar este vicio incluso en personas que lo ocultaban muy bien.

Pedro alardea al máximo su fidelidad: ‘Aunque todos te abandonen, yo no lo haré’. Sin embargo, pronto experimentará que es como los demás, también él temeroso ante la muerte que no imaginaba que pudiera estar tan cerca. Y así, el segundo Pedro, el que ya no levanta el mentón, sino que llora lágrimas saladas, será medicado por Jesús y será por fin apto para soportar el peso de la Iglesia”, recordó.

Antes, concluyó el Papa Francisco su catequesis sobre el pecado de la soberbia, Pedro “ostentaba una presunción de la que era mejor no hacer alarde; ahora, en cambio, es un discípulo fiel al que, como dice una parábola, el amo ‘hará administrador de todos sus bienes’”.

Jorge Reyes

Lic. en Periodismo y Comunicación Colectiva por la UNAM, con una trayectoria de casi 30 años como periodista, en Reforma, El Centro y Notimex, y funcionario de comunicación social en dependencias de gobierno y legislativas. Actualmente trabaja como periodista especializado en temas de religión.

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