El Papa Francisco deseó que el recuerdo de la llegada del ser humano a la Luna hace 50 años genere un anhelo de progreso ante los retos que las sociedades enfrentan actualmente.
“Queridos hermanos y hermanas, hace cincuenta años, como ayer, el hombre pisó la luna, realizando un sueño extraordinario. Que el recuerdo de este gran paso de la humanidad encienda el deseo de progresar juntos hacia metas aún mayores: más dignidad para los débiles, más justicia entre los pueblos, más futuro para nuestra casa común”, dijo a los peregrinos en la Plaza de San Pedro, este domingo, antes de guiar la oración del Ángelus.
Un día antes, el sábado 20 de julio, se cumplieron 50 años de la llegada del Apollo 1 a la Luna, en la que participaron los astronautas Neil Armstrong, Edwin Buzz Aldrin y Michael Collins.
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Sobre el Evangelio de este domingo, el Papa aseguró que en la vida hay que saber combinar la contemplación y la acción, al comentar el pasaje del Evangelio de san Lucas que relata la visita de Jesús a la casa de Marta y María, hermanas de Lázaro.
En este pasaje María se sienta a los pies de Jesús para escucharlo, porque “no quiere perder ninguna de sus palabras” mientras a Marta “los servicios la cautivan”.
“El Evangelio de hoy nos recuerda que la sabiduría del corazón reside precisamente en saber combinar estos dos elementos: la contemplación y la acción”, y “si queremos saborear la vida con alegría”, por una parte, “debemos ‘estar a los pies’ de Jesús, para escucharlo mientras nos revela el secreto de todo; y por otra, estar atentos y dispuestos a la hospitalidad, cuando Él pasa y llama a nuestra puerta, con el rostro del amigo que tiene necesidad de un momento de descanso y de fraternidad”.
El Papa dijo a los peregrinos que cuando el Señor viene a visitarnos a nuestra vida, “todo debe ser dejado de lado”, porque “su presencia y su palabra están por encima de todo lo demás”. “El Señor siempre nos sorprende” – asegura – y “cuando realmente lo escuchamos, las nubes se disipan, las dudas dan paso a la verdad, los miedos a la serenidad, y las diferentes situaciones de la vida encuentran su justo lugar”.
“Se trata de hacer una pausa durante la jornada, de recogerse en silencio para dar cabida al Señor que ‘pasa’ – prosigue Francisco – y encontrar el valor de permanecer un poco ‘al margen’ con Él, para volver después, con más serenidad y eficacia, a las cosas de la vida cotidiana”.
Sobre Marta, el Papa comenta que “tenía el carisma de la hospitalidad”, estaba ansiosa y agitada por muchas cosas, su actitud de servicio la vivía con mucha ansiedad, como ocurre a muchas personas.
Como Marta, aseguró el Pontífice, debemos hacer que en nuestras familias y en nuestras comunidades se viva el sentido de la acogida, de la fraternidad, para que cada “uno pueda sentirse ‘como en casa’, especialmente los pequeños y los pobres”, pero que eso no significa dejar a un lado el tiempo para “estar a los pies de Jesús”.
Con información de Vatican News.
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