El Papa León XIV. Foto: Especial
En su exhortación apostólica Dilexi te, el Papa León XIV rescata su sentido más profundo: no como un acto de caridad ocasional, sino como una expresión concreta del amor cristiano.
Lejos de entenderla como una práctica asistencial, el Santo Padre subraya que “la limosna es justicia restaurada, no un gesto paternalista”, citando la enseñanza de San Ambrosio: Lo que das al pobre no es tuyo, es suyo. Porque te has apropiado de lo que fue dado para uso común (Dilexi te, 44). Desde esta perspectiva, compartir los bienes no es una opción voluntaria, sino una exigencia de la comunión cristiana.
Siguiendo esa tradición, San Agustín enseñaba que el amor a los pobres nace del amor mismo a Cristo. “El pobre no es solo alguien a quien se ayuda, sino la presencia sacramental del Señor”, recuerda el Papa, retomando la teología del Obispo de Hipona.
Para el Papa León XIV, esta enseñanza sigue vigente: “Las ofrendas, cuando nacen del amor, no solo alivian la necesidad del hermano, sino que también purifican el corazón de quien da y lo dispone a la conversión” (Dilexi te, 46). La limosna, por tanto, es un camino de purificación interior y un signo de fe viva.
El Pontífice advierte que hoy la limosna “no goza de buena fama, a menudo incluso entre los creyentes” (Dilexi te, 52). Sin embargo, su valor no ha perdido fuerza. Si bien “la ayuda más importante para una persona pobre es promoverla a tener un buen trabajo”, el Papa señala que, cuando esa posibilidad no existe, la limosna “sigue siendo un momento necesario de contacto, de encuentro y de identificación con la situación de los demás”.
El Papa cita también el testimonio de los santos para mostrar que la limosna es un modo concreto de vivir la comunión. De San Francisco de Asís destaca su ejemplo radical: “Su vida fue un continuo despojarse: del palacio al leproso, de la elocuencia al silencio, de la posesión al don total… Entre los pobres veía hermanos e imágenes vivas del Señor” (Dilexi te, 52). Su pobreza, recuerda el Papa, “era relacional: lo llevaba a hacerse cercano”.
El Papa León XIV concluye que la limosna “no será la solución a la pobreza mundial, que hay que buscar con inteligencia, tenacidad y compromiso social”, pero sí es “necesaria para tocar la carne sufriente de los pobres” (Dilexi te, 119). En otras palabras, es el gesto que mantiene viva la humanidad en medio de una cultura marcada por la indiferencia.
“Como cristianos, no renunciamos a la limosna. Es un gesto que se puede hacer de diferentes formas, y siempre será mejor hacer algo que no hacer nada. En todo caso, nos llegará al corazón”, asegura.
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