Durante su Audiencia General de este miércoles, el Papa Francisco continuó su ciclo de catequesis sobre el tema del celo apostólico, para lo cual centró su reflexión en el Acontecimiento Guadalupano, mismo que representó un hito en el proceso de evangelización que se suscitó en el continente americano.
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Señaló que, en cuanto al tema de la evangelización, en tierras americanas tenemos un modelo excepcional: la Virgen de Guadalupe. Explicó que “en México María se le apareció a una persona humilde, sencilla: a un indio que se llamaba Juan Diego, y de ese modo hizo llegar su mensaje a todo el pueblo fiel de Dios”.
El Santo Padre expresó que la Virgen de Guadalupe anunció a Jesús siguiendo el camino de la inculturación; es decir, por medio de la lengua y la cultura autóctonas, y con su cercanía materna manifestó a todos sus hijos el amor y el consuelo de su Inmaculado Corazón.
El Papa Francisco explicó a grandes rasgos el relato del Nican Mopohua, referente a las apariciones de la Virgen de Guadalupe: “Un día, durante un viaje, el hombre ve en un cerro a la Madre de Dios, que le llama “mi hijito amado Juanito”, y le invita a presentarse ante el obispo para pedirle que construya un templo en aquel lugar. Juan Diego varias veces tiene que volver a hablar con el obispo porque al principio no le creen, y varias veces María le consuela y le anima.
Explicó que a Juan Diego no le fue fácil ser mensajero de la Virgen, pues tuvo que afrontar incomprensiones, dificultades e imprevistos, lo cual nos enseña que para anunciar el Evangelio no es suficiente dar testimonio del bien, sino a veces saber sufrir los males, con paciencia y constancia, sin miedo a los conflictos, con celo apostólico.
“Para poder creerle a Juan Diego y cumplir su petición (de construir un templo en aquel lugar), el obispo le pide una señal. Y la Virgen le anima diciéndole: “¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre? Es hermoso esto: la Virgen muchas veces, cuando estamos en la desolación, en la tristeza, en la dificultad, también nos lo dice a nosotros, en el corazón: ‘¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?’. Siempre cerca para consolarnos y darnos fuerzas para seguir adelante”.
Y es la misma Virgen de Guadalupe -explicó el Papa Francisco-, quien invita al indio a recoger flores en lo alto de la colina y a dárselas, llevándolas en su manto al obispo: “Y he aquí: en la tela del manto aparece la imagen de Nuestra Señora, aquella extraordinaria y viva que conocemos, en cuyos ojos aún están impresos los protagonistas de aquel tiempo”.
Finalmente, el Papa Francisco señaló que es en ese momento donde se pueden ver la sorpresa de Dios: “Cuando hay voluntad y obediencia, Dios puede realizar algo inesperado, en tiempos y modos que no podemos prever”.
Con información de Vatican News
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