La Palabra de Dios no puede ser recibida como cualquier noticia, aseguró el Papa Francisco este domingo en su mensaje previo al Ángelus. Es decir, la Palabra del Señor hay que repetirla, asumirla, custodiarla, dijo a los peregrinos en la Plaza de San Pedro.
Por ello, “la tradición de los monjes, utiliza un término audaz, pero muy concreto. Dice así: la Palabra de Dios ha de ser “rumiada”. “Rumiar” la Palabra de Dios”, explicó el Santo Padre.
Rumiar es decir repetirla y con ello nutrirnos. Rumiar es la acción que hacen algunos animales, que consiste en masticar muchas veces la comida, volviéndola a la boca, para que sea más nutritiva.
Así es la Palabra de Dios: nutritiva
“Podemos decir que es tan nutritiva que debe llegar a todos los ámbitos de la vida: implicar, como dice Jesús hoy, todo el corazón, toda el alma, toda la inteligencia, todas las fuerzas (cf. v. 30). La Palabra de Dios debe resonar, retumbar, ser un eco dentro de nosotros. Cuando existe este eco interior que se repite, significa que el Señor habita nuestro corazón”, afirmó el Papa Francisco.
“Queridos hermanos y hermanas, el Señor busca no tanto hábiles comentaristas de las Escrituras, busca corazones dóciles que, acogiendo su Palabra, se dejan transformar dentro”, dijo el Santo Padre.
Por esto recordó un consejo que ha dado en varias ocasiones: El Evangelio hay que tenerlo siempre al alcance de la mano —incluso un pequeño Evangelio en el bolsillo, en el bolso— para leerlo y releerlo, apasionarse.
“Cuando lo hacemos, Jesús, Palabra del Padre, entra en nuestro corazón, se vuelve íntimo y nosotros damos frutos en Él. Tomemos como ejemplo el Evangelio de hoy: no es suficiente leerlo y comprender que hay que amar a Dios y al prójimo. Es necesario que este mandamiento, que es el ‘gran mandamiento’, resuene en nosotros, sea asimilado, se convierta en voz de nuestra conciencia”.
“Entonces no se queda en letra muerta, en el cajón del corazón, porque el Espíritu Santo hace brotar en nosotros la semilla de esa Palabra. Y la Palabra de Dios actúa, siempre está en movimiento, es viva y eficaz (cf. Hb 4,12). Así cada uno de nosotros puede convertirse en una ‘traducción’ viva, diferente y original”.
Esto por ejemplo, puede verse en la vida de los santos, donde ninguno es igual al otro, pero todos actúan bajo la misma Palabra de Dios, aseguró.
Reflexionando sobre el Evangelio de este domingo, en el que un escriba que se acerca a Jesús y le pregunta: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” (Mc 12,28), y Jesús contesta que el primer mandamiento es amar a Dios; y de este, como consecuencia natural, se deriva el segundo: amar al prójimo como a sí mismo, el Papa pidió preguntarnos:
“’Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas y al prójimo como a mí mismo, ¿orienta realmente mi vida este mandamiento? ¿Se refleja este mandamiento en mi vida diaria?”
“Nos hará bien esta noche, antes de dormirnos, hacer el examen de conciencia sobre esta Palabra, para ver si hoy hemos amado al Señor y hemos dado un poco de bien a los que nos hemos encontrado”.
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